📸 Imagen cortesía: D.R.A.
¿Iglesia convertida en escenario de tragedia?
En la tranquila mañana del domingo 28 de septiembre de 2025, un día que comenzó con la calma habitual en Grand Blanc, Michigan, la paz fue destrozada por un acto de violencia inaudito. Cinco vidas se apagaron, entre ellas la de un hombre que eligió un camino fatal, y ocho personas quedaron heridas tras un tiroteo ocurrido en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocida comúnmente como iglesia mormona.
A las 10:30 a.m. local, cuando los fieles se reunían para una ceremonia religiosa, Thomas Jacob Sanford, de 40 años y vecino de Burton, irrumpió con su vehículo contra el templo. No se trató de un accidente fortuito. Sanford ingresó armado, desatando una ráfaga de disparos que sembró pánico y desesperación. En pocos minutos, y en medio del caos, aparentemente prendió fuego al interior del edificio. La rápida intervención policial terminó con la muerte del agresor en un intercambio de disparos, y permitió contener las llamas que consumieron parte del templo.
Este episodio, breve en tiempo pero devastador en sus consecuencias, dejó cuatro feligreses muertos —dos de ellos encontrados bajo los escombros— y la incertidumbre sobre los motivos que llevaron a Sanford a atacar su propia comunidad. Testigos hablan de una escena de horror, con cientos de personas intentando escapar mientras los disparos resonaban. La policía declaró que la amenaza está controlada y que, con la colaboración del FBI, se busca esclarecer esta tragedia.
La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, no ocultó su indignación: “Es inaceptable que un espacio sagrado se convierta en escenario de violencia”. En Washington, el presidente mantuvo aún silencio oficial sobre las causas. La comunidad, por su parte, intenta recomponerse, aunque la sombra del dolor y la desconfianza permanece. ¿Qué llevó a Sanford a ese extremo? ¿Podrán las autoridades ofrecer respuestas que atenúen el vacío dejado? En un mundo donde la violencia parece irrumpir en los lugares más inesperados, la pregunta queda abierta, suspendida en el aire como el humo que aún se despega del templo quemado.