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¿Ministros en guerra abierta?
Una grieta invisible, pero profunda, se abrió en la noche del 30 de septiembre de 2025, cuando un intercambio privado entre dos pilares del gabinete presidencial quedó a la vista pública. En el centro, Eduardo Montealegre, ministro de Justicia; y Armando Benedetti, ministro del Interior, protagonistas de un tenso choque que trasciende lo personal y desnuda fracturas que podrían desestabilizar al gobierno de Gustavo Petro.
Todo comenzó en el chat oficial del equipo ministerial, un espacio que debió ser de diálogo, pero donde estallaron recriminaciones crudas y descalificaciones. Montealegre cuestionó la tibieza de Benedetti y otros funcionarios por negarse a renunciar a sus visas estadounidenses, un acto simbólico que el propio Petro ejecutó tras la revocatoria de la suya. Benedetti respondió con molestia, defendiendo su decisión y retratando un clima adverso dentro de la administración.
La disputa no se limita a discrepancias personales. En el trasfondo, la demora en la tramitación de la Ley de Paz Total, la iniciativa fundamental para avanzar hacia el desarme y la negociación con grupos armados, alimentó la tensión. Montealegre culpó directamente a Benedetti de entorpecer el proceso, llegando a exigir su renuncia con palabras duras: “Ya ha causado muchos daños. No sea fantoche. ¡Váyase ya! Este ministerio le quedó grande, sea serio”. Más aún, previno sobre la posibilidad de una investigación penal por corrupción, augurando que la Corte Suprema de Justicia podría intervenir pronto.
La gravedad del episodio se amplifica con acusaciones sobre filtraciones a la prensa que han erosionado la confianza en el gobierno, y a la supuesta participación de Benedetti en la crisis desatada tras la divulgación de grabaciones privadas de la exjefa de gabinete Laura Sarabia. Este choque público desarma cualquier ilusión de unidad y plantea preguntas cruciales: ¿cómo sobrevivirá el gabinete ante una fractura tan profunda? ¿Podrá el gobierno mantener el rumbo en un momento que exige cohesión y liderazgo para avanzar en la Ley de Paz?
Mientras tanto, la ciudadanía observa, expectante y algo desconcertada, cómo la lucha interna podría terminar diluyendo un proyecto que es clave para la estabilidad y el futuro del país. La noche del 30 de septiembre dejó una certeza inquietante: no solo se tambalea una relación entre ministros, sino la misma confianza en la capacidad de un gobierno para superar sus propias sombras. ¿Encontrará Petro el camino para sanar esta herida antes de que se convierta en una fractura irreparable?