📸 Cortesía: Ariel Schalit / Associated Press
¿Memoria o espera? Israel bajo la sombra del 7 de octubre
Este martes 7 de octubre, Israel parece detenido entre dos tiempos. En el calendario, dos años desde el ataque devastador de Hamás en 2023; en la realidad, una nación que convive entre la solemnidad del recuerdo y la urgencia de una solución que aún no llega.
Las calles de Jerusalén y Tel Aviv se llenan de silencios cargados de dolor. Familias que lloran a sus seres queridos y a los más de 1.200 muertos de aquel día oscuro, mientras otros 250 aún esperan regresar: rehenes en manos del grupo islamista que aquel amanecer desató la masacre. En cada rincón, actos organizados por familiares y organizaciones civiles revelan no solo la memoria viva, sino también una profunda decepción hacia el gobierno de Benjamin Netanyahu, al que reprochan la ausencia de avances concretos en la negociación para su liberación.
El presidente israelí, en un mensaje que resuena en toda la nación, prometió no desistir: “Nunca olvidaremos el horror de los ataques de Hamás del 7 de octubre ni el dolor que causaron … Honramos su memoria trabajando incansablemente por la paz”. Palabras que buscan conjurar el vacío y la incertidumbre, aún cuando las sombras de la guerra se alargan.
En paralelo, a miles de kilómetros, en Sharm el Sheij, Egipto, un tenue hilo de esperanza intenta tejerse en las conversaciones indirectas entre Israel y Hamás, mediadas por Estados Unidos y Catar. Allí, entre exigencias y propuestas, se discuten un alto al fuego permanente, la liberación de rehenes y un panorama de reconstrucción bajo la supervisión palestina. Fuentes cercanas a las negociaciones hablan de un ambiente de cautelosa esperanza, aunque en el corazón de Israel pesa la ansiedad y la espera.
La conmemoración bajo estrictas medidas de seguridad refleja la tensión que atraviesa la sociedad israelí: ¿podrá la memoria traducirse en paz duradera? ¿O será este aniversario un recordatorio de las heridas abiertas y la larga noche que aún debe atravesarse?
Mientras tanto, el país se resigna a vivir entre el dolor del pasado y la incertidumbre del futuro. La pregunta persiste, punzante y sin respuesta clara: ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que la guerra deje paso a la paz?