📸 Imagen cortesía Alcaldía de Rionegro
¿Mano firme contra el miedo?
El martes 8 de octubre de 2025, en pleno corazón de Rionegro, la calma volvió a agitarse al mediar un operativo conjunto que logró capturar a uno de los rostros más temidos de la violencia local.
Sebastián Giraldo Sepúlveda, alias “Tremen”, de 30 años, señalado por las autoridades como uno de los principales cabecillas de sicarios del temido Clan del Golfo en el oriente antioqueño, fue detenido en el centro mismo de este municipio. Su nombre había resonado con crudeza en tribunales y calles, vinculado a una cadena de delitos que iban desde homicidios agravados, extorsiones, tráfico de estupefacientes hasta porte ilegal de armas. La Fiscalía 131 URI de Rionegro lo había requerido formalmente por su presunta responsabilidad en crímenes cometidos durante 2024 y 2025, dejando tras de sí un rastro de heridas y miedo.
Este operativo no fue fruto del azar, sino el resultado de la estrategia “90 días actuando por Antioquia”, un esfuerzo coordinado entre Policía Nacional, Fiscalía General de la Nación y Alcaldía local, diseñado para golpear las raíces de la criminalidad que envenenaba el tejido social. Desde lo más profundo de un trabajo de inteligencia paciente y minucioso, las autoridades dieron con “Tremen”, responsable directo, según las investigaciones, de al menos cinco de los homicidios que habían sumido a la comunidad en la incertidumbre y el temor.
“En Rionegro no permitiremos que la delincuencia se apodere de nuestra ciudad”, afirmó un vocero oficial, marcando con firmeza una postura que busca devolver la tranquilidad a sus habitantes. Sin embargo, el fondo de la escena revela un rostro complejo: un territorio desgastado por la violencia, donde la captura de una figura clave puede ser un respiro, pero no el fin de un ciclotímico sufrimiento.
Ahora, mientras las autoridades avanzan en esclarecer con mayor exactitud los crímenes vinculados a este hombre, la sociedad se pregunta si este golpe significará un verdadero punto de inflexión o si la sombra del crimen organizado seguirá proyectándose en cada rincón del oriente antioqueño. ¿Podrá la justicia materializar ese anhelo de seguridad? El reloj empieza a correr, y con él, la responsabilidad de no dejar que el miedo recupere terreno.