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¿Salud mental, un derecho real?
Este 10 de octubre de 2025, en Colombia y en el mundo, se alza la voz por un derecho que durante décadas ha sido invisible: la salud mental.
En un país donde dos de cada tres personas han enfrentado episodios de angustia emocional, pero solo una de cada ocho logra acceder a atención profesional, esta fecha no es solo una jornada más en el calendario. Es un llamado urgente a derribar muros: el estigma, la desigualdad y la indiferencia que aún rodean el bienestar psicológico. Colombia, desde su corazón y en consonancia con la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, dedica este Día Mundial de la Salud Mental bajo el lema “Salud mental, un derecho universal”, a recordar que cuidar la mente es tan vital como cuidar el cuerpo.
Más que cifras, detrás de este día están las historias silenciadas de ansiedad y depresión que afectan a un 12% y un 10% de colombianos, especialmente niños y adolescentes, cuyas escuelas y hogares se convierten en escenarios clave para construir la resiliencia necesaria frente a los retos sociales y emocionales. En este contexto, la reciente aprobación de la Ley 2460 de 2025 representa un paso decisivo. Esta norma convierte octubre en el Mes de la Salud Mental, elimina barreras de acceso históricas y crea rutas concretas para que la atención llegue sin rodeos: cita directa con psicólogos, campañas en colegios, y la Estrategia Nacional de Prevención del Suicidio. La asignación de una subcuenta presupuestal exclusiva para salud mental promete fortalecer los servicios, formar más especialistas y cubrir territorios olvidados, donde el vacío en la atención ha sido una deuda pública persistente.
“Este es un cambio de época”, señala un dirigente del Ministerio de Salud, “porque reconocemos que la salud mental no es un lujo ni un tema privado, sino un pilar esencial del bienestar colectivo.” Sin embargo, la comunidad científica y las organizaciones sociales advierten que la ruta apenas comienza; la realidad de millones sigue marcada por un sistema fragmentado y siglos de estigma que ningún decreto puede borrar de la noche a la mañana.
Mientras tanto, en hogares, escuelas y consultorios, la expectativa se mezcla con la urgencia: ¿podrá esta nueva ley abrir realmente las puertas a una atención digna y oportuna para todos? ¿Se logrará romper el pacto silencioso que históricamente ha condenado a la salud mental a la periferia? La respuesta, tenue pero esperanzadora, comienza a desplegarse un 10 de octubre que ya no es solo una fecha, sino un reclamo colectivo. Porque más allá de las cifras, está la vida de quienes esperan ser escuchados.