📸 Cortesía: Secretaría de Seguridad BOG
## Somníferos y engaños: la mujer que robó tras el velo digital
Un silencio perturbador se instalaba en las habitaciones de Bogotá. De repente, cuerpos caían en un letargo forzado, mientras ilusiones y carteras desaparecían.
Entre julio de 2023 y enero de 2025, Melisa Porras Domínguez tejió una trama de engaños y robos en la capital colombiana. Durante 18 meses, ideó un esquema que utilizaba el amor como carnada y sedantes veterinarios como arma. Su modus operandi: crear perfiles falsos con nombres como Salomé, Alejandra, Gabriela y Erika en aplicaciones de citas digitales. Estos perfiles, cargados de promesas de relaciones estables, eran la puerta de entrada para seleccionar a hombres desprevenidos que buscaban compañía.
El plan era meticuloso: convocaba a sus víctimas a encuentros en moteles o residencias, donde las bebidas ofrecidas —manchadas por poderosos medicamentos veterinarios— las arrullaban hacia la inconsciencia. Cuando despertaban, el vacío no solo era físico sino también económico y material: más de 400 millones de pesos en dinero, tarjetas bancarias, dispositivos electrónicos y hasta vehículos desaparecieron en esta serie de hurtos que la Fiscalía registra en once denuncias iguales en su método y resultado.
La captura e identificación de Porras Domínguez no fue casual. Investigación exhaustiva que cruzó grabaciones de cámaras de seguridad con rastreos de móviles y movimientos bancarios logró desenredar este entramado. Frente a las evidencias, la acusada asumió su culpa y facilitó el proceso judicial, lo que condujo a su condena anticipada. La Fiscalía General de la Nación, desde su sede en Bogotá, confirmó que la sentencia de 14 años de prisión se mantendría firme, con cargos por hurto calificado y agravado entre otros delitos conexos.
Este caso revela la trampa que esconden las redes: la confianza que se deposita en un espacio virtual puede ser violada con sustancias que borran la voluntad y con la promesa efímera de una ilusión amorosa. A partir de ahora, la reflexión que queda no es solo sobre la justicia aplicada, sino sobre las sombras que la tecnología y la soledad pueden propiciar para el delito.
¿Podrá la sociedad aprender a navegar estos mares digitales sin perder de vista la realidad humana que se oculta tras perfiles falsos y ofrecimientos encantadores? Por ahora, la historia de Melisa Porras Domínguez es una advertencia silenciosa y urgente.