📸 Imagen cortesía D.R.A
¿Justicia y respeto a la sombra de un atropello?
En el mediodía del viernes 17 de octubre de 2025, un silencio inquietante se rompió frente a la puerta principal del Liceo Antioqueño en Bello, Antioquia. Un estudiante, joven guardián de la seguridad vial escolar, fue víctima de una agresión que aún resuena en la memoria de toda la comunidad.
Este chico, miembro activo de la Patrulla Escolar de Seguridad Vial, cumplía con la responsabilidad de cuidar a sus compañeros cuando una mujer conductora, presuntamente dedicada al transporte informal, desestimó las reglas que protegen las zonas escolares. Intentó estacionar en un lugar prohibido, ignorando señalizaciones y las súplicas respetuosas del joven para que siguiera la vía correcta; la rotonda que asegura fluidez y seguridad.
Pero la respuesta fue un golpe inesperado y brutal: la mujer aceleró su vehículo, atropelló al estudiante y, sin un atisbo de humanidad, descendió para propinarle una patada a quien yacía herido y vulnerable. Fue la reacción rápida de otros ciudadanos presentes la que evitó que el episodio terminara en tragedia mayor.
A la fecha, las autoridades locales y la Policía Metropolitana se encuentran tras el hilo de la verdad, buscando esclarecer responsabilidades en un hecho que no solo hiere a un joven, sino que erosiona la confianza en el respeto por la vida y las normas. La Secretaría de Movilidad, por su parte, insiste en la urgencia de obedecer las normas, especialmente donde los niños y adolescentes transitan con la esperanza de un espacio seguro.
Este episodio pone en jaque no solo la justicia sino también la conciencia colectiva: ¿de qué sirve una ley si su cumplimiento se torna un acto de valentía? ¿Podrá la sociedad de Bello recomponer el tejido dañado tras esta irrupción de violencia e indiferencia? ¿Hay un espacio para la reparación que reconozca a las víctimas y prevenga futuras agresiones? Por ahora, el silencio y la incertidumbre se mezclan con el deseo ferviente de que la historia no se repita, que la justicia no se dilate entre las sombras de un atropello impune.