📸 Imagen cortesía Festival Internacional de Poesía de Medellin). Natalia Rendón
¿Poesía bajo presión?
Un refugio amenazado
Este 16 de octubre en Medellín, la solemnidad del Festival Internacional de Poesía, una de las celebraciones culturales más significativas que la ciudad ha albergado cada julio durante 35 años, se vio sacudida por una controversia política que podría desdibujar su futuro.
El festival, que entre el 5 y el 12 de julio de 2025 reunió a voces poéticas de todo el mundo, enfrenta una amenaza inusual: la revisión de su modelo de financiación pública. A la raíz de este conflicto está el concejal Andrés Tobón, del partido Creemos, quien cuestiona el mecanismo por el cual la administración municipal respalda financieramente al certamen. La norma vigente desde 1997 —el Acuerdo Municipal 40— garantiza una partida específica para asegurar la realización anual del evento, a través de la contratación directa a la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, dirigida por Fernando Rendón, fundador y director del festival.
Fue precisamente Rendón quien, en un comunicado, encendió la alarma: habló de “gestiones en el Concejo de Medellín que buscan eliminar esos fondos indispensables” y recordó que el Festival no es un mero espectáculo, sino un “refugio contra la violencia y paradigma de la resistencia cultural” en una ciudad que ha consagrado su historia a reinventarse más allá del conflicto. Con voz firme, pidió el respaldo del público y de la comunidad artística tanto nacional como internacional, conscientes de que una posible pérdida del respaldo estatal podría significar diluir décadas de trabajo y lucha por la palabra poética.
Del otro lado, Tobón aclaró que no desea acabar con el festival sino proponer un cambio estructural: cree que la Secretaría de Cultura Ciudadana debería hacerse cargo directamente de la organización para “garantizar pluralidad y transparencia en el uso de los recursos”. Desde su perspectiva, es cuestionable que una organización privada ocupe la gestión y que parte del presupuesto se destine a honorarios internos. Así, propone que el modelo de financiamiento y administración se ajuste al esquema de otros eventos públicos de Medellín, con el ojo puesto en la legalidad y el manejo eficiente de los recursos.
La controversia desata preguntas mayores: ¿puede una institución cultural tan arraigada en la ciudad perder su autonomía bajo la presión política? ¿Debe el arte depender de estructuras públicas que lo condicionen, o es indispensable para Medellín que el Festival mantenga su independencia aunque eso signifique mayores riesgos? Mientras tanto, la voz de los poetas permanece alzada, reclamando la vigencia de un espacio que ha significado mucho más que versos: ha sido un símbolo de esperanza, memoria y diálogo.
La ciudadanía observa, expectante, cómo se despliega esta disputa que, sin duda, refleja las tensiones entre cultura y poder. ¿Encontrará Medellín la fórmula para conservar su joya poética sin sacrificar la transparencia o la pluralidad? El futuro del Festival Internacional de Poesía parece estar decidido en un terreno donde la palabra y la política disputan la última estrofa.


