📸 Imagen cortesía: Andrea Puentes – Presidencia de la República
¿Colombia a un paso del choque diplomático?
Este jueves 24 de octubre, la relación entre Colombia y Estados Unidos se encuentra en su punto más tenso en años, un escenario inquietante que arrastra sombras de desconfianza y acusaciones graves.
El epicentro de esta crisis emergió un día antes, cuando Donald Trump, presidente de Estados Unidos, durante una comparecencia en el Despacho Oval tras reunirse con el secretario general de la OTAN, no escatimó en calificativos. Llamó “matón” y “mal tipo” al presidente colombiano Gustavo Petro, y fue más allá al acusarlo de ser un “líder del narcotráfico”. Estas palabras incendiarias no se limitaron a denuncias verbales: Trump anunció la suspensión de todos los pagos a Colombia, una medida que pone en jaque la cooperación bilateral.
Este revés diplomático se produce en un contexto agrio donde las operaciones militares estadounidenses en aguas del Pacífico y el Caribe están bajo escrutinio. Washington defiende estos ataques como parte de su combate contra el narcotráfico, pero el reconocimiento del secretario de Defensa, Pete Hegseth, de que uno de estos actos se llevó a cabo justo frente a las costas colombianas, terminó por exacerbar la tensión. Esa operación causó la muerte de dos tripulantes, un daño que inevitablemente golpea la soberanía nacional y la confianza mutua.
En paralelo a estas tensiones, desde el Congreso de Estados Unidos, el senador republicano Bernie Moreno propuso una medida sin precedentes: incluir al presidente Petro en la conocida como lista Clinton (OFAC), que implica el congelamiento de bienes y activos personales. Esta sanción, considerada por expertos como una “muerte civil”, podría extenderse a familiares del presidente, funcionarios de su gabinete y miembros prominentes del Pacto Histórico, complicando aún más la ya deteriorada relación.
Ante esta avalancha de acusaciones y medidas punitivas, Petro no se ha quedado en silencio. Anunció acciones judiciales por “calumnias” y defendió su gestión al destacar que su gobierno ha llevado a cabo las mayores incautaciones de cocaína en la historia del país. A su vez, señaló con firmeza que los ataques estadounidenses suponen una afrenta y un cuestionamiento directo al Estado colombiano.
Lo que está en juego no responde sólo a una disputa política, sino a la delicada soberanía y a la cooperación internacional contra un flagelo como el narcotráfico. La falta de información confiable sobre supuestos planes del gobierno colombiano para retirar tropas estadounidenses de bases nacionales añade una capa de incertidumbre que alerta sobre cómo podría evolucionar este desencuentro.
¿Podrá la diplomacia encontrar un camino que evite un distanciamiento irreparable? Por ahora, la crisis está desatada y las preguntas sobre el futuro de esta alianza histórica permanecen abiertas. La tensión no es sólo entre gobiernos, sino que afecta a la estabilidad regional y, en última instancia, a la ciudadanía de ambos países. ¿Habrá espacio para el diálogo antes de que la crisis alcance un punto sin retorno? El tiempo lo dirá.


