📸 Imagen cortesía: Imagen de referencia. Tomada de la cuenta de X de la Casa Blanca
¡Qué fricción comercial!
Este jueves 24 de octubre, desde Washington, se anunciaba una ruptura abrupta en las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y Canadá. El presidente Donald Trump decidió suspender de inmediato todas las negociaciones con su vecino del norte, tras acusar al gobierno de Ontario de usar de manera fraudulenta un video con fragmentos editados del expresidente Ronald Reagan.
El detonante fue un anuncio televisivo valorado en 75 millones de dólares canadienses que circuló en canales estadounidenses. En él, se reproduce un fragmento de un discurso radiofónico de Reagan de 1987, donde advertía que los aranceles “perjudican a todos los estadounidenses” y que las guerras comerciales terminan cerrando industrias y destruyendo empleos. El video mostraba además imágenes de la Bolsa de Nueva York y grúas con banderas de ambos países, en un intento evidente por apelar a la sensibilidad económica de la audiencia.
Sin embargo, la Fundación Ronald Reagan confirmó que el material difundido había sido editado y sacado de contexto, alterando el sentido original del llamado de Reagan por un comercio más justo y recíproco. Esta manipulación fue justamente lo que enfureció a Trump.
En su plataforma Truth Social, el presidente no escatimó en adjetivos: calificó el anuncio como “FALSO” y acusó a Canadá de un “comportamiento atroz”. Para Trump, los aranceles no solo son una herramienta económica sino una cuestión de seguridad nacional, y denunció además un intento canadiense de interferencia con la inminente decisión de la Corte Suprema estadounidense, que en noviembre evaluará la legalidad de los aranceles impuestos por su administración bajo una ley de poderes de emergencia.
Esta crisis comercial revela mucho más que un simple desacuerdo económico; desnuda la fragilidad de las relaciones bilaterales en un contexto donde la verdad y la manipulación mediática se entrelazan peligrosamente. ¿Podrán las negociaciones retomarse alguna vez con tanta sombra de desconfianza? La respuesta, por ahora, queda suspendida en un limbo incierto y tenso.
Mientras tanto, las consecuencias económicas y políticas comienzan a reflejarse no solo en las cancillerías, sino en las fábricas y en las familias que dependen de un comercio transfronterizo fluido y sin recelos. El espectáculo del poder no ha hecho más que empezar. ¿Será justo el comercio cuando la verdad parece ser la primera víctima?


