📸 Imagen cortesía: Sitio web Centro Democrático
¿Alianza inesperada en Medellín?
El miércoles 29 de octubre, en Medellín, dos figuras que han marcado la historia reciente de Colombia, los expresidentes César Gaviria y Álvaro Uribe, rompieron décadas de distancia política para sentar las bases de una coalición opositora que desafíe al actual gobierno en las elecciones de 2026.
El encuentro tuvo lugar en una ciudad que ha sido escenario de complejas transformaciones sociales y políticas, y ocurrió en el marco de un homenaje que Gaviria recibió por parte de empresarios locales. Sin embargo, lejos de limitarse a la ceremonia, el diálogo tomó un cariz estratégico: ambos líderes, referentes del Partido Liberal y del Centro Democrático, aprovecharon para reavivar un acuerdo previo de colaboración y plantear su extensión hacia otros partidos y sectores independientes, con la ambición de construir un bloque opositor unificado.
La propuesta más concreta que surgió fue la idea de convocar una consulta interpartidista en marzo de 2026 para definir un candidato único que concentre el apoyo de toda la oposición. Gaviria fue tajante al señalar que el ganador de esta consulta contaría con respaldo absoluto de los distintos sectores aliados, una estrategia que pretende evitar la fragmentación que ha mermado históricamente las fuerzas contrarias al oficialismo.
Pero esta reunión trasciende el pragmatismo electoral. Se inscribe en un momento de profunda polarización política en Colombia, donde la administración de Gustavo Petro ha impulsado una política de «Paz Total» duramente criticada por la oposición. Gaviria comparó esta iniciativa con intentos pasados considerados infructuosos, revelando así las heridas no cerradas que marcan el debate público. La coalición busca más que un triunfo en las urnas; aspira a articular desde la oposición una alternativa coherente que cuestione y ofrezca resistencia al proyecto político vigente.
No obstante, la tarea está lejos de ser sencilla. Las diferencias internas afloran con fuerza: dentro del liberalismo, algunos sectores mantienen cercanía con el petrismo, mientras en el uribismo la directriz es tajante contra cualquier alianza que implicara la incorporación de figuras pro-gobierno. Este tira y afloja pone en evidencia el complicado camino que deben recorrer ambos partidos para consolidar una unidad que, hasta hace poco, parecía inalcanzable.
El gesto de Gaviria y Uribe —dos expresidentes cuya relación ha oscilado entre la confrontación y el distanciamiento— revela un momento de transición y tensión en la política colombiana. En Medellín, más que un apretón de manos, se firmó un compromiso delicado, una apuesta que intenta reparar la fragmentación opositora en pleno auge de la incertidumbre política.
¿Podrá esta coalición superar sus diferencias y presentarse como una alternativa sólida frente al poder? ¿O quedará diluida en las divisiones que han caracterizado históricamente a la oposición colombiana? La respuesta aún está por escribirse.


