Afganistán: víctimas del terremoto enfrentan el invierno sin refugio

📸 Imagen cortesía: Tomado de la cuenta de X de Unicef España
Invierno y miedo bajo un cielo roto

En la madrugada del lunes, un violento terremoto de magnitud 6,3 sacudió la provincia afgana de Samangan, cerca de Mazar-i-Sharif. Al menos 27 personas perdieron la vida y más de 950 resultaron heridas, cifras que lamentablemente solo comienzan a reflejar la magnitud de un drama que se extiende más allá de las cifras oficiales del Ministerio de Salud Pública afgano y las agencias de la ONU.

Miles de víctimas, muchas de ellas familias recién retornadas de Pakistán, se encuentran ahora a la intemperie. Sin refugios adecuados ni un resguardo seguro, enfrentan un invierno inminente —con su frío y sus lluvias— que amenaza con cobrar aún más vidas, no solo por las bajas térmicas, sino también por el aumento de enfermedades y la escasez de alimentos. Entre el polvo y las carpas improvisadas, se escuchan relatos desgarradores como el de un sobreviviente: “Pasamos la noche en el campo abierto, el clima estaba muy frío… nuestros hijos estaban todos enfermos por la mañana.” Un testimonio que desnuda la crudeza de unas condiciones precarias y la ausencia de servicios básicos.

Las operaciones de rescate se desarrollan con urgencia, pero la demanda supera ampliamente los recursos desplegados por la ONU, UNICEF, ACNUR y otras organizaciones humanitarias presentes en la zona. Aunque se han repartido tiendas de campaña, kits familiares y asistencia médica, las limitaciones se hacen palpables. A esta insuficiencia se suma un obstáculo preocupante: la restricción impuesta por las autoridades de facto a las mujeres empleadas de la ONU, que dificulta la atención a mujeres y niñas, quienes constituyen una parte sustancial de los afectados y enfrentan riesgos adicionales de violencia y exclusión en el acceso a salud.

Este nuevo sismo no solo ha profundizado una crisis humana ya arraigada en Afganistán, donde las carencias estructurales y movimientos telúricos previos erosionan la frágil infraestructura social y sanitaria. La incertidumbre se cierne sobre las víctimas y quienes intentan socorrerlas: ¿podrá el auxilio humanitario insertarse en medio de las restricciones y el deterioro? ¿Cómo serán los próximos meses para los miles que aguardan, no solo al invierno sino a la solidaridad que parece dilatarse bajo un cielo roto?

Mientras el país enfrenta otra prueba, las voces de sus habitantes y la respuesta internacional marcan un llamado urgente: el tiempo apremia y las heridas no solo se miden en escombros, sino en la desatención que amenaza con dejar un vacío mortal.

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