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¿Reactivación nuclear o nuevo capítulo de desconfianza?
Este miércoles 6 de noviembre de 2025, la calma frágil que sostiene la prohibición de pruebas nucleares entre Rusia y Estados Unidos ha sido sacudida en Moscú y Washington. Los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump anunciaron un posible regreso a los ensayos atómicos, suspendidos por más de 30 años, abriendo una nueva brecha en la ya tensionada relación bilateral.
En una reunión crucial del Consejo de Seguridad ruso, celebrada en la capital rusa, Putin dejó claro que la continuidad del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares depende del respeto absoluto de ambas partes. “Si Estados Unidos viola este compromiso, lo consideraremos papel mojado”, advirtió, al tiempo que el ministro de Defensa, Andréi Belousov, confirmó la capacidad técnica para relanzar pruebas a gran escala en el remoto archipiélago de Nóvaya Zemlya, escenario de la última detonación soviética en 1990.
Este giro no surge en el vacío. Caldo de cultivo fue el reciente despliegue estadounidense del sistema antimisiles espacial “Cúpula Dorada”, respaldado con 175.000 millones de dólares, una inversión sin precedentes para fortalecer la defensa ante amenazas balísticas. Trump justificó la posible reanudación como una “paz a través de la fuerza”, acusando a Rusia y China, sus principales rivales, de violar clandestinamente la moratoria con ensayos subterráneos.
La respuesta del Kremlin no tardó. A través de su portavoz Dmitri Peskov, se denunció una “histeria antirrusa” promovida por Occidente, mientras reafirmaban la voluntad de mantener la diplomacia como eje, siempre que se respete el acuerdo bilateral. Sin embargo, la advertencia de Putin y la disposición de Rusia para reactivar pruebas nucleares si Washington lo hace primero, devuelven al tablero mundial una tensión tan vieja como peligrosa.
¿Estamos ante un nuevo capítulo de un enfrentamiento que se creía dormido? La ciudadanía global observa con preocupación. La posible suspensión de la moratoria sobre ensayos nucleares amenaza con erosionar años de frágil equilibrio y aumentar la incertidumbre sobre la estabilidad internacional. Mientras tanto, queda la pregunta abierta: ¿podrán las potencias nucleares encontrar la sensatez antes de cruzar nuevamente la línea?


