El perrito que sufrió brutal golpiza sobrevivió y el hombre está en libertad

📸 Imagen cortesía
¿Justicia para el perrito golpeado?
Un sobreviviente y un agresor en libertad

En la madrugada del 3 de noviembre, un video estremecedor recorrió Colombia: un perrito recibía una golpiza brutal que heló el ánimo colectivo. Este lunes, las autoridades confirmaron que el animal sobrevivió a la agresión, pero el hombre señalado como responsable permanece en libertad.

Fernando Alonso Oviedo Sánchez, quien se entregó voluntariamente a la Policía de Yarumal, Antioquia, enfrenta un vacío legal; pues los hechos ocurrieron en la vereda Regencia, municipio de Montecristo, Bolívar, más allá de la jurisdicción antioqueña. La Fiscalía de Bolívar es la encargada de la investigación, aunque hasta ahora no se ha expedido orden de captura formal.

El médico veterinario forense Julio César Aguirre, decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Remington, ratificó que el perro presentado es el mismo del video. El animal, joven, de uno a dos años, exhibe múltiples secuelas: hematomas en la cabeza, pérdida motora en una oreja por trauma, hemorragia ocular, hematomas en extremidades y cicatrices antiguas. Se confirma también un daño neurocognitivo irreversible.

Esta brutal agresión no solo despertó una indignación nacional, sino que motivó a la Gobernación de Antioquia a ofrecer una recompensa de 50 millones de pesos para dar con el paradero del agresor. Sin embargo, los procesos de justicia parecen dilatarse frente a la complejidad territorial y legal del caso.

Fernando Alonso deberá responder por maltrato animal, un delito que dejó de ser excarcelable y que contempla penas de hasta seis años de prisión, multas económicas y la prohibición de tener animales, que puede prolongar la condena. Pero el vacío jurídico persiste y la libertad del agresor abre una pregunta inquietante: ¿podrá la justicia alcanzar a quienes lastiman sin dejar huella?

Mientras tanto, el perrito sobrevive y entre heridas visibles y silenciosas, recuerda dolorosamente la fragilidad que a veces se oculta tras el silencio. ¿Serán suficientes las leyes para proteger a quienes no tienen voz?

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