Cancillería desmiente expulsión del diplomático McNamara

📸 Imagen cortesía: Tomada de la cuenta de X de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá
¿Diplomacia fracturada o malentendido en Bogotá?

Un domingo 10 de noviembre que prometía ser tranquilo fue sacudido por un rumor que desencadenó dudas e incertidumbres en el tejido diplomático entre Colombia y Estados Unidos. La Cancillería colombiana salió a desmentir con firmeza una supuesta expulsión de John McNamara, encargado de negocios estadounidense en Bogotá, justo en medio de una escalada de tensiones que ya había puesto a prueba las relaciones bilaterales.

Lo que se sabía hasta el momento era una ola de versiones cruzadas. La Ministra de Relaciones Exteriores, Rosa Villavicencio, reapareció en el escenario público para aclarar que, ni en pensamiento ni en palabra, el presidente Gustavo Petro había dispuesto la expulsión del diplomático norteamericano, sino que únicamente se enviaría una nota verbal formal como gesto de protesta al gobierno de Washington. Villavicencio insistió en que las relaciones siguen “en el más alto nivel”, mientras que el embajador colombiano en Estados Unidos, Daniel García-Peña, mantenía su cargo y no había sido llamado a consultas, contradiciendo rumores previos.

Aquel revuelo encontró su origen en una publicación de la revista Cambio, que desnudó un documento firmado por el senador estadounidense Bernie Moreno, cuya ascendencia colombiana le añadía un matiz político simbólico. En dicho texto, se sugerían acciones contra el presidente Petro, lo que vino a coincidir con informaciones periodísticas que hablaron de órdenes presidenciales para llamar a consultas al embajador en Washington y expulsar a McNamara. Sin embargo, minutos después, el ministro del Interior, Armando Benedetti, desarmó esa narrativa: “Estuve presente en la llamada, se hizo desde mi teléfono y el presidente jamás pronunció la palabra expulsión”.

¿Entonces qué ocurrió en realidad? El gobierno colombiano, pese a la molestia causada por esas filtraciones que tensaron aún más el vínculo diplomático, decidió responder con una nota de protesta para manifestar su descontento sin llegar a medidas extremas. Esta respuesta, por ahora, se limita a un canal formal de quejas y no a golpes más severos que podrían desencadenar un deterioro mayor. La ciudadanía colombiana y los ojos internacionales siguen la escena atentos, preguntándose si este episodio es simplemente una tormenta pasajera o el preludio de un cambio más profundo en un vínculo histórico lleno de complejidades.

¿Podrán superar el malentendido o quedará el vacío de confianza latiendo bajo una diplomacia que ya ha visto días más despejados? La respuesta, mientras tanto, seguirá cautelosa y vigilante.

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