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¿Capa de mensajero, sombra de amenaza?
En la mañana del miércoles 12 de noviembre de 2025, el pulso de la avenida Bolivariana con carrera 65, en Laureles, fue interrumpido por una imagen engañosa: un hombre de 42 años, vestido con el uniforme de una empresa de encomiendas, detuvo su motocicleta. Sin embargo, tras esa fachada de mensajero se escondía un arsenal peligroso: una pistola con silenciador y diez cartuchos, ilegales y listos para usarse.
La captura, ejecutada por la Policía Metropolitana de Medellín durante un control rutinario en uno de los corredores estratégicos del occidente de la ciudad, desbarató un posible escenario de violencia en la comuna 11, Laureles-Estadio. La rápida acción policial no solo detuvo al hombre sin antecedentes judiciales vigentes, sino que también inmovilizó la motocicleta como prueba, mientras se indaga su posible vinculación con redes dedicadas al hurto de personas y de vehículos en la región.
Manuel Villa Mejía, secretario de Seguridad y Convivencia, fue claro: “No vamos a permitir disfraces del crimen ni trampas a la autoridad. Cada captura fortalece la confianza ciudadana y demuestra que la presencia institucional es permanente”. Sus palabras cobran mayor relevancia en un contexto donde, hasta esta fecha de 2025, los indicadores de seguridad muestran una ligera mejoría: el hurto a personas bajó un 14 %, mientras el robo de motocicletas descendió un 25 %, reflejo de más de mil seiscientas capturas por hurto y más de diez mil detenciones por diversos delitos.
Pero detrás de esta imagen de control y éxito preventivo, ¿cuánto persiste la sombra del miedo? ¿Podrán las autoridades desactivar las capas de engaño y violencia que se tejen en la ciudad, o solo estaremos frente a un espejismo de seguridad que se diluye con el tiempo? La motocicleta inmovilizada y el hombre vestido de mensajero son, quizás, un símbolo inquietante de una batalla urbana que sigue en curso.


