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**¿Veinticuatro años de memoria intacta?**
Este miércoles 11 de septiembre de 2025, Estados Unidos volvió la mirada al pasado que no cede: el vigésimo cuarto aniversario de los atentados terroristas que, en 2001, marcaron una herida profunda y definieron un antes y un después en su historia contemporánea. En Nueva York, Washington D. C. y Shanksville, familiares, sobrevivientes, autoridades y ciudadanos se congregaron para honrar a quienes perdieron la vida y para recordar el dolor que aún pervive.
El relato de aquella mañana trágica se repite con precisión devastadora: cuatro aviones comerciales, secuestrados por diecinueve miembros de Al Qaeda, se convirtieron en armas mortales contra los símbolos más emblemáticos del país. Dos de ellos impactaron contra las Torres Gemelas, erigiendo un infierno que derivó en el desplome de ambos edificios y la muerte de 2,977 personas. Un tercero alcanzó el Pentágono, mientras que el último fue abatido en un campo de Pensilvania, gracias al heroísmo de pasajeros que impidieron un desastre mayor. Más allá de las cifras inmediatas, la tragedia se prolongó con decenas de miles de heridos y rescatistas que, años después, sucumbieron a enfermedades producidas en la zona cero.
La conmemoración de este 11 de septiembre transcurrió en un clima de silencio reverente y reflexión profunda. En la emblemática zona cero, los nombres de las víctimas fueron leídos uno a uno, susurrando ecos de una pérdida que el tiempo no logra apaciguar. Jennifer Nilsen, viuda de una víctima, resumió el sentir general: “Incluso 24 años después, es desgarrador. Se siente igual cada año”. Mientras tanto, en el Pentágono, la ceremonia encabezada por el expresidente Donald Trump destacó la fortaleza y la resiliencia del pueblo estadounidense, un llamado insistente a no olvidar ni rendirse frente a la sombra del terror.
Más que una fecha en el calendario, este aniversario fue una oportunidad para enfrentar los vacíos que la tragedia dejó abiertos: las preguntas sobre cómo prevenir futuros daños similares, y el desafío constante de sanar heridas que no se ven pero que pesan. ¿Podrá la sociedad estadounidense mantener viva esta memoria sin que el dolor erosione su futuro? El recuerdo sigue siendo un hilo frágil que sostiene la historia, mientras el país busca caminar hacia adelante sin perder de vista las sombras que aquel día transformaron para siempre su identidad colectiva.