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¿Robo con casco? Una nueva alerta en las calles de Bogotá
La noche del viernes 17 de octubre, en la bulliciosa zona T del norte de Bogotá, un viaje que prometía ser rutina terminó en alarma y extrañeza. Eran cerca de las 11:30 p.m. cuando una joven, tras el agotador turno laboral, buscaba regresar a casa entre la lluvia y la escasez de taxis. Fue entonces que optó por un conductor de moto afiliado a una plataforma digital, pese a su baja calificación. Lo que vino después dejó una inquietud profunda: un casco entregado por el motociclista que, minutos después de colocárselo, la sumergió en un estado de confusión y mareo inquietante.
Desde el instante en que inició el trayecto, un olor punzante, parecido a alcohol u otra sustancia agresiva, emergió del interior del casco, invadiendo el aire alrededor de la joven. Los síntomas no tardaron en manifestarse: mareos, debilidad y un hormigueo inusual en sus manos. Con un instinto que mezcla temor y valor, aprovechó una parada breve para saltar de la moto y buscar auxilio. Dos transeúntes, acaso ángeles anónimos de esa noche, la acompañaron hasta un centro médico cercano, donde los especialistas constataron signos claros de intoxicación por una sustancia psicoactiva, aunque sin poder identificarla con exactitud.
Este episodio no terminó con un hurto ni una persecución; la joven no fue despojada de sus pertenencias, y el conductor no intentó retenerla. La pregunta que queda flotando entre la humedad de esa noche bogotana es el motivo verdadero detrás de esta insólita situación. ¿Era un intento de robo, un experimento, o acaso una forma de intimidación en la sombra digital de las aplicaciones de transporte? La afectada, aunque aún sin presentar denuncia formal, decidió levantar la voz en el público terreno para alertar a otros viajeros. Su advertencia es clara y sencilla: “Si el casco huele raro o tiene algo extraño, no se lo pongan. Es mejor perder el viaje que arriesgar la integridad”.
Así, entre luces y sombras de la ciudad que nunca duerme, esta nueva modalidad de riesgo emerge, desafiando la confianza en una era que buscaba facilitar el transporte, pero que ahora revela grietas en la seguridad cotidiana. ¿Quién responderá por esta vulnerabilidad? ¿Qué mecanismos deberán activarse para impedir que la sospecha se convierta en alarma general? La incertidumbre es una nueva pasajera en las calles de Bogotá.


