📸 Imagen cortesía: Cuenta de X Inpec
**“Los guardianes en jaque: un ataque que desnuda la vulnerabilidad”**
Este jueves 9 de octubre de 2025, la violencia junto a la cárcel San Sebastián de Ternera en Cartagena volvió a golpear con fuerza.
Juan Camilo Palacios Figueredo, joven dragoneante del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) de apenas 24 años, fue interceptado por un sicario en la urbanización Simón Bolívar, cuando regresaba a casa tras su turno laboral. Mientras hacía compras a pocos metros de su residencia, un hombre armado descendió de una motocicleta y le disparó repetidamente. Palacios corrió desesperado cerca de 100 metros, buscando refugio en un callejón, pero allí recibió dos impactos más antes de que el agresor huyera en la moto que lo esperaba. Fue trasladado de urgencia a la Clínica San Fernando, donde permanece en cuidados intensivos con pronóstico reservado.
Más allá de la conmoción inmediata, este atentado no es un hecho aislado. En el contexto actual, funcionarios penitenciarios enfrentan una escalada violenta atribuida a grupos criminales que, con un “plan pistola”, buscan sembrar terror entre quienes custodian las cárceles. Así lo señaló Óscar Robayo, presidente de la Unión de Trabajadores Penitenciarios, quien advierte sobre una serie de masacres sistemáticas que erosionan la seguridad y la confianza dentro del sistema carcelario. El director del INPEC y la Policía Metropolitana investigan si este ataque es parte de esa estrategia criminal que pone en jaque al personal penitenciario.
La reacción oficial no se ha hecho esperar: se activó un plan candado para dar con los responsables, pero aquella imagen de un hombre herido huyendo a pie, en un barrio que debería ser un refugio, abre una profunda herida sobre la falta de protección integral para estos servidores públicos y sus familias. Pese a las promesas, las críticas hacia el Gobierno Nacional se intensifican; voces desde dentro demandan medidas urgentes y efectivas que no solo detengan los ataques, sino que restablezcan una seguridad cada vez más fragmentada.
Mientras tanto, el caso de Juan Camilo Palacios obliga a preguntarse: ¿qué garantías reales existen para quienes velan por el orden desde las sombras? ¿Será posible romper el ciclo de violencia que consume a los guardianes de las cárceles? La oscuridad sigue presente, y la incertidumbre no cede. Pero el clamor por justicia y protección no cesa, creciendo en cada rincón donde la violencia quiere conquistar el silencio.