Ataque en sinagoga de Mánchester deja dos muertos

📸 Imagen cortesía: Tomado de la cuenta de X de Avia Levi
¿Terror en Heaton Park?

Este jueves 5 de octubre, en plena mañana, Mánchester despertó con un ataque terrorista que ilumina de sombra la festividad judía de Yom Kippur.

Al filo de las 9:30, un vehículo irrumpió violentamente frente a la sinagoga situada en el barrio de Heaton Park. Jihad Al-Shamie, un británico de 35 años con raíces sirias, embistió contra un grupo de creyentes que se preparaban para la solemne jornada de reflexión judía. Pero el ataque no quedó en ese arrollamiento: sin pausa, el agresor desató una cadena de puñaladas contra quienes intentaban escapar o protegerse. Testigos horrorizados relataron la presencia de lo que parecía un artefacto explosivo adosado al cuerpo del atacante, intensificando la incertidumbre que se apoderó del lugar.

La respuesta policial fue inmediata. Agentes armados acudieron al lugar y no dudaron en abatir al agresor, aunque no sin costo: dos personas perdieron la vida, una de ellas por disparos policiales, y cuatro resultaron heridas, incluyendo a un hospitalizado que también recibió impactos de bala de los agentes. La confusión y la tragedia se mezclan en el aire, dejando un vacío más en la ya tensionada seguridad en espacios religiosos.

Cabe recordar que el contexto no es ajeno a la historia de Europa, donde la amenaza terrorista persiste como una sombra que erosiona la confianza de las comunidades. Sin embargo, la elección de un ataque durante Yom Kippur —un día de profundo recogimiento y perdón— es un golpe simbólico que provoca conmoción y despierta interrogantes sobre el porqué de tanta violencia.

Desde el Gobierno, Keir Starmer detuvo su agenda en la Cumbre de la Comunidad Política Europea para convocar al comité de emergencia y calificar lo ocurrido como un acto “que desafía los valores de convivencia y respeto”. La movilización de las autoridades se intensifica, mientras la ciudadanía espera no sólo respuestas, sino garantías para que estos episodios atroces no vuelvan a repetirse.

Pero el dolor permanece, y junto a él, la pregunta que muchos no se atreven a formular en voz alta: ¿es posible vivir con serenidad y fe cuando la amenaza acecha incluso en los momentos más sagrados?

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