📸 Imagen cortesía D.R.A
[ATENTADO AL EQUIPO EN CÚCUTA: ¿Deportes o batalla campal?]
En la tarde del martes 5 de agosto de 2025, un semblante de hostilidad se pintó en las calles de Cúcuta justo cuando el bus oficial de Atlético Nacional llegaba al estadio General Santander. Un ataque con piedras proveniente de hinchas locales sacudió la calma deportiva, dejando estallidos de vidrios y, lo más serio, una lesión en el jugador Alfredo Morelos que ha encendido las alarmas del club y sus seguidores.
Bajo un cielo marcado por el anuncio de medidas extremas, el secretario de Gobierno de Cúcuta, Miguel Castellanos, había advertido días antes sobre el cierre de fronteras para frenar la movilización de barras organizadas del equipo paisa. La tensión histórica entre ambas aficiones, nutrida por episodios previos, motivó estas restricciones. “Este es un partido de atención especial. Por eso se decidió el cierre de fronteras”, subrayó Castellanos, reflejando la gravedad del escenario que se anticipaba.
Sin embargo, tales advertencias y controles parecieron insuficientes ante la virulencia de los actos vandálicos. Testigos describen la escena: el bus, avanzando hacia el estadio, fue objeto de un lanzamiento indiscriminado de objetos contundentes, que rompieron ventanales y comprometieron la seguridad del equipo. Alfredo Morelos resultó herido; aún se evalúa la gravedad de sus lesiones en el departamento médico de Atlético Nacional, mientras la incertidumbre pesa sobre el plantel.
Las autoridades reaccionaron con rapidez. La Policía Metropolitana incrementó su presencia tanto dentro como alrededor del estadio General Santander, intentando contener cualquier posible escalada violenta antes, durante y después del partido. La investigación para identificar a los responsables ya está en marcha, aunque la ciudad permanece en alerta, temerosa frente a posibles retaliaciones.
Este penoso capítulo no es aislado, sino que se suma a la ya turbulenta historia de violencia en el fútbol colombiano, donde la rivalidad deportiva se diluye en enfrentamientos que erosionan la esencia misma del deporte. ¿Hasta cuándo la pasión se convertirá en batalla? La ciudad de Cúcuta y el país entero esperan respuestas en medio de un silencio cargado de preguntas. ¿Podrá el fútbol recuperar su espacio sin sombras de violencia? ¿O seguirá siendo terreno fértil para la confrontación y el miedo?