Aumento significativo de trastornos digestivos relacionados con el eje intestino‑cerebro tras la pandemia de COVID‑19

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¿Gastrointestinales al alza después del virus?

Un aumento silencioso pero contundente ha marcado la vida de miles en Estados Unidos desde el estallido de la pandemia de COVID-19. Entre mayo de 2020 y mayo de 2022, trastornos digestivos vinculados al eje intestino-cerebro, como el síndrome de intestino irritable (SII) y el estreñimiento crónico idiopático (ECI), han subido con fuerza. Así lo revela un estudio reciente publicado en la revista Neurogastroenterology & Motility, liderado por el Dr. Brennan Spiegel. En ese lapso, la proporción de adultos afectados por SII se disparó desde un modesto 6,1 % hasta un inquietante 11 %, mientras que el ECI presentó un leve pero significativo aumento del 6,0 % al 6,4 % en Estados Unidos.

Lo que parece una simple estadística esconde un entramado complejo de causas. La infección por SARS-CoV-2 no solo dejó una huella viral. Alteró la delicada microbiota intestinal, disparó una inflamación persistente de bajo grado en el tracto digestivo y sembró un terreno fértil para el estrés psicológico derivado del confinamiento y la incertidumbre pospandémica. Estas alteraciones han generado un efecto dominó en la salud digestiva, que no se limita a Estados Unidos; médicos en Colombia, Chile y México han documentado casos similares, reforzando la idea de un fenómeno global.

¿Quiénes son los más afectados? Según expertos como el Dr. Christopher Almario, gastroenterólogo en Cedars-Sinai, estas dolencias se traducen en una creciente presión sobre los sistemas sanitarios. «Se trata de condiciones que combinan síntomas gastrointestinales crónicos con una carga emocional considerable, con episodios que se agudizan bajo el estrés,» explica Almario. El impacto no es solo médico, también social y psicológico, reflejado en una demanda creciente de atención especializada que desafía a hospitales y clínicas.

Las cifras indican que entre 0,6 % y 11,6 % de quienes padecieron COVID-19 experimentan síntomas digestivos persistentes hasta seis meses tras la infección. Lo que plantea preguntas inquietantes: ¿cómo controlar esta nueva ola silenciosa? ¿Podrá el sistema de salud adaptarse a esta compleja interacción entre mente y cuerpo, o seguirá arrastrando viejas heridas con soluciones parciales?

En esta encrucijada, la medicina se enfrenta a la urgencia de profundizar en la relación intestino-cerebro y comprender cómo el pasado viral redefine el presente y futuro de la salud digestiva. Las personas que luchan con estos síntomas no son solo estadísticas; son vidas afectadas, incertidumbres que llaman a una respuesta integral y humana. ¿Está la ciencia lista para ese desafío? ¿O el silencio pospandémico seguirá pesando en el eco de nuestros cuerpos?

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