📸 Cortesía: Eric Rojas
[No Me Quiero Ir de Aquí: La Residencia Que Redefine a Puerto Rico]
Este jueves 11 de julio de 2025, San Juan despierta con un pulso diferente.
En el Coliseo José Miguel Agrelot, Puerto Rico se prepara para recibir a su hijo pródigo: Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido mundialmente como Bad Bunny. Bajo el título “No Me Quiero Ir de Aquí”, el artista puertorriqueño inaugura una residencia histórica que se extenderá hasta el 14 de septiembre. Treinta conciertos que, más que un ciclo de presentaciones, son el latido de una isla que celebra su cultura con el fervor de un fenómeno global.
La espera fue breve pero intensa: más de 400,000 boletos agotados en horas, un registro de 700,000 interesados en la preventa y la certeza de que la pasión por Bad Bunny trasciende fronteras. Con una base de más de 70 millones de oyentes mensuales en Spotify, el músico no solo domina las plataformas digitales, sino que también convoca masas que viajan desde distintos rincones del mundo para ser parte de esta experiencia única.
“No Me Quiero Ir de Aquí” es más que un show; es una declaración afectiva y económica que enlaza a Puerto Rico con su ícono. Para Benito, esta residencia es “una carta de amor” a su tierra, un tributo largamente anhelado que, según sus palabras, “siempre estuvo ahí, desde que tengo memoria”. Reconociendo su propia trayectoria de estrellas y giras globales, encuentra en estos conciertos un espacio para nutrir las raíces que lo formaron.
Este íntimo diálogo entre artista y audiencia se organiza meticulosamente: los fines de semana serán el escenario para este diálogo cultural, permitiendo que puertorriqueños y visitantes internacionales compartan el símbolo del Caribe renovado. Curiosamente, el inicio estuvo reservado exclusivamente para la gente de la isla, con nueve funciones requeridas de comprobante de residencia, mientras que las otras 21 abren las puertas al mundo. Se calcula que cerca del 66% de la concurrencia será extranjera, un dato que no solo habla de la sed global por la cultura hispana, sino también del impacto económico tangible —se prevén ingresos de hasta 377 millones de dólares que reforzarán el turismo y la economía local.
No se trata solamente de música y espectáculo, sino de un acto que encapsula las tensiones y esperanzas de una isla que durante décadas ha luchado por visibilizar su identidad en escenarios internacionales. La residencia pone a Bad Bunny no solo como ícono pop, sino como vehículo de esa historia y de un futuro que Puerto Rico sigue escribiendo con orgullo.
Mientras el calendario avanza y el Coliseo se llena noche tras noche, surge la pregunta: ¿podrá esta vigilia musical sostener la magnitud del fenómeno y seguir encendiendo la llama de un Puerto Rico que no quiere irse, ni abandonar su lugar en el mundo?
Porque al final, más allá de la música, queda la huella de un encuentro que busca trascender el tiempo y el espacio, donde cada nota y cada aplauso celebran la permanencia de una isla y su hijo más global.