📸 Imagen cortesía Migración Colombia
¿Vigilancia sin tregua en José María Córdova?
Entre sombras y controles, cerca de cincuenta viajeros vieron negado su ingreso al aeropuerto internacional José María Córdova de Rionegro, en Antioquia. Entre el 29 de septiembre y el 10 de octubre, las autoridades colombianas intensificaron una operación que va más allá del simple trámite migratorio: un esfuerzo conjunto para bloquear la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes (ESCNNA).
En esos días, 1.155 pasajeros pasaron bajo el ojo atento de un sistema de vigilancia perfeccionado. De ellos, 47 quedaron retenidos y finalmente retornados a sus países. De este grupo, 19 portaban alertas específicas vinculadas al turismo sexual, mientras los restantes enfrentaban diversas infracciones a la normativa migratoria. La operación no fue improvisada ni aislada: contó con la coordinación precisa de la Policía Nacional, Migración Colombia y la Embajada de Estados Unidos, piezas clave en esta tarea de contención preventiva.
Este despliegue efectivo tiene raíces en jornadas de entrenamiento especializado dedicadas a la perfilación y al análisis de riesgos migratorios. Además, la cooperación internacional dotó a los controladores de herramientas como el sistema Ángel Watch y el Sistema de Evaluación Nacional de Pasajeros (ENMEC), bancos de datos que, con el respaldo técnico de Homeland Security Investigations, identifican con alerta a quienes poseen antecedentes por delitos sexuales contra menores. En tierra, los equipos especializados del Grupo Nacional de Análisis Digital, el Grupo de Turismo, la Unidad de Investigación Criminal y la Oficina de Interpol Medellín amalgamaron sus recursos para montar un cerco de vigilancia y disuasión.
Gloria Esperanza Arriero López, directora de Migración Colombia, destacó el papel fundamental de esta alianza internacional: “Gracias a esta cooperación, se logró impedir el ingreso de cerca de 50 ciudadanos extranjeros, en su mayoría estadounidenses, todos vinculados a alertas judiciales o conductas de riesgo que deberían preocupar a cualquier sociedad”.
Sin embargo, esta cifra escalofriante invita a una reflexión profunda. ¿Cuántos más logran eludir estos sistemas? ¿Podrán las autoridades mantener esta vigilancia en un mundo cada vez más globalizado y complejo? El aeropuerto, esa puerta abierta al mundo, también se convierte en un punto donde se libra una batalla silente contra la explotación y la injusticia. La ciudadanía observa, esperando que esta labor infatigable no se dilate ni se vea erosionada por burocracias o falta de recursos.
Porque detrás de cada número, hay vidas frágiles que merecen protección más allá de los controles, políticas o fronteras. ¿Podrá esta red de vigilancia sostener su impulso? ¿O terminaremos condenados a esperar que el daño ya esté hecho?


