📸 Cortesía: Colprensa
¿GUAVIARE EN JAQUE? CHOQUE INTERNO DE DISIDENCIAS AHOGA A 40 MIL EN CRISIS
Guaviare, junio de 2025. Una sombra de violencia cubre este rincón del país. Desde mediados de junio, un conflicto armado entre disidencias de las FARC ha sumido al departamento en un confinamiento masivo sin precedentes.
El enfrentamiento estalla entre dos fracturas del otrora grupo guerrillero: el Bloque Mordisco, encabezado por el enigmático alias Iván Mordisco, y el Bloque Calarcá, liderado por Calarcá Córdoba. Mientras Mordisco despliega un paro armado con amenazas claras y ataques cuya intención es paralizar la vida civil, Calarcá Córdoba abre la puerta al diálogo con el Gobierno nacional y las comunidades, anhelando calmar los ánimos que hieren al territorio.
El momento clave llegó el domingo 15 de junio cuando, a través de un aviso en WhatsApp, el Bloque Amazonas de Mordisco impuso un estricto paro armado en todo Guaviare desde ese día hasta el sábado 21. La orden concreta: prohibición de movilidad desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana. Prohibiciones tajantes contra motociclistas con casco y advertencias sobre acercarse a campamentos militares o a sedes del grupo rival son solo algunas de las condiciones que congelan municipios como San José, El Retorno, Calamar y Miraflores.
El pulso de la cotidianidad se detiene: comercios cerrados, campos agrícolas sin laborar, y un desabastecimiento que golpea con fuerza la alimentación y la medicina. Más de 40 mil personas confinadas, atrapadas en medio de una disputa que se filtra hasta el hueso del departamento.
En el epicentro, las autoridades apuntan con nombre y apellido: Yimmy Martínez, jefe de la subestructura 44 Antonio Ricaurte del Bloque Amazónico, es señalado como artífice de atentados recientes y las amenazas que mantienen en vilo a Guaviare. Su historial informa de homicidios, actos terroristas y secuestros que desgarran aún más la ya frágil paz.
La pregunta que ronda: ¿cómo se llegó a este punto de quiebre? El Guaviare, marcado históricamente por la presencia guerrillera y la pugna por el control territorial, ahora se enfrenta a fracturas internas que profundizan la vulnerabilidad de sus comunidades. Mientras una facción opta por la guerra abierta, la otra busca negociar, pero ¿será suficiente para detener la embestida?
En medio de esta tormenta, la vida parece suspendida y la incertidumbre crece. ¿Podrá el diálogo resistir el envite de la violencia? ¿Encontrará el Estado la fuerza para garantizar la seguridad y protección de miles que viven confinados? La realidad no ofrece respuestas sencillas, pero el Guaviare espera, dolido y callado, una luz que rompa este oscuro ciclo.