📸 Imagen cortesía @FicoGutierrez
¿Justicia transnacional?
En Medellín, la sombra de la impunidad se quebró este viernes 19 de septiembre de 2025, cuando un jurado federal estadounidense declaró culpable a Michael J. Inofuentes por tráfico sexual infantil y conducta sexual ilícita en territorio colombiano.
Inofuentes, ciudadano estadounidense residente en Medellín, fue acusado de abusar de una menor de apenas 15 años, organizando encuentros pagados en hoteles de la ciudad. La evidencia, implacable, incluía mensajes entre el agresor y la víctima, junto con registros financieros que delinearon su mecánica perversa. La operación que llevó a su captura fue resultado de una coordinación impecable entre autoridades de Colombia y Estados Unidos, con participación destacada de la agencia HSI Miami, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), la Fiscalía del Distrito Este de Virginia, y la Embajada estadounidense en Colombia.
El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, resaltó la importancia de la cooperación internacional en esta batalla contra el turismo sexual infantil, calificando a estos delincuentes como “lo peor de la sociedad” y subrayando que “la niñez es sagrada y debe estar siempre protegida”. La sentencia, que espera su determinación definitiva en enero de 2026, contempla una pena mínima de diez años, con posibilidad de extenderse a cadena perpetua.
Este caso no solo revela la persistencia de horrores que atraviesan fronteras, sino también la capacidad de los estados para conjugar esfuerzos y ofrecer respuestas ante la violencia que amenaza a los más vulnerables. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es si estas condenas podrán trascender como un verdadero escudo para la infancia, o si continuaremos siendo testigos de un ciclo incesante de abusos que desafían la justicia y la moralidad. ¿Podrá la cooperación internacional sostener este combate sin tregua? La niñez, sin duda, lo exige.