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¿Aranceles bajo el paraguas gris de la incertidumbre?
Este jueves 23 de marzo de 2023, Colombia se enfrenta a una encrucijada comercial que revela tensiones profundas en su relación con Estados Unidos: la probable prórroga de un arancel del 10% a sus exportaciones estadounidenses, una medida que podría entrar en vigor desde agosto de 2025 y amenazar sectores clave del comercio bilateral.
Desde Washington, la administración de Donald Trump sembró esta política proteccionista que, a pesar de los años y los cambios políticos, persiste en su vigencia y proyecta un futuro sombrío para la economía colombiana. Mientras tanto, en Bogotá, el gobierno de Gustavo Petro transita un momento crítico marcado por la ausencia de una propuesta formal para negociar esa alícuota que pesa sobre sus productos. María Claudia Lacouture, presidenta de la AmCham Colombia, señala con preocupación: “La falta de una propuesta limita las posibilidades de mejora y mantiene sin perspectivas concretas una reducción del arancel.” Un vacío institucional que se siente también en la voz de Javier Díaz, presidente de Analdex, quien advierte que “la inacción puede traducirse en la permanencia o incluso el aumento de estos gravámenes.”
Este escenario no es sólo un rifirrafe comercial sino un síntoma de un desencuentro diplomático que se ha tensado en las últimas semanas. Declaraciones desde el gobierno colombiano, calificadas de “infundadas y reprobables” por Estados Unidos, desencadenaron una cadena de llamados a consultas entre ambas capitales. La Casa Blanca convocó a su encargado de negocios en Bogotá mientras que la Casa de Nariño llamó a su embajador en Washington en medio de una atmósfera enrarecida. No es casualidad: en plena redefinición de alianzas globales, Estados Unidos advierte que castigará con aranceles a países que se acerquen al grupo BRICS, un bloque al que Colombia acaba de sumarse al formalizar su ingreso al banco de desarrollo de ese grupo.
En medio de esta tormenta, la ministra de Comercio, Industria y Turismo, Diana Marcela Morales, asegura que se trabaja en una estrategia de diálogo técnico para abrir canales diplomáticos y técnicos con EE. UU., intentando desescalar la tensión. Sin embargo, el reloj corre y el horizonte arancelario se ensombrece, mientras sectores productivos y exportadores observan con preocupación la falta de avances concretos.
¿Será posible que en este entredicho de intereses y geopolítica la diplomacia y la economía encuentren una tregua? La incertidumbre persiste y abre preguntas incómodas sobre el rumbo comercial de Colombia y su lugar en un tablero global que nunca antes resultó tan complejo. La próxima fecha clave, el 1 de agosto de 2025, se acerca como un reloj implacable, exigiendo respuestas y compromisos que hoy parecen difusos. Pero si algo queda claro, es que tras cada cifra y cada declaración, hay un país que teme perder terreno y un futuro que aún está por escribirse.