📸Cortesía: imagen de referencia creada con Inteligencia Artificial
Colombia y el laberinto detenido de los estudios clínicos
Un silencio inquietante rodea la investigación médica en Colombia. A 25 de junio de 2025, una alerta clara emerge del gremio farmacéutico nacional: tras una década entera, el país apenas ha sumado dos solicitudes adicionales de estudios clínicos, saltando de 85 en 2014 a solo 87 en 2024 según el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y reportes de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos de Investigación (Afidro).
Este estancamiento pone en jaque la posición de Colombia como posible centro de investigación médica en Latinoamérica. Mientras otras economías de la región logran incrementar sus protocolos de estudio, el número promedio anual en Colombia se mantiene en 91 sin señales de crecimiento real. Afidro, representante directo de las farmacéuticas innovadoras que invierten en investigación, advierte que esta situación prolongada refleja problemas de fondo que dificultan el desarrollo científico local.
Ignacio Gaitán, presidente de Afidro, lo resume con crudeza: la investigación clínica en Colombia ha quedado atrapada en tiempos lentos y normativas obsoletas. Los procesos regulatorios no se han actualizado en más de 15 años y el Invima tarda en promedio 5,1 meses en decidir sobre la aprobación de un protocolo, dilatando el avance científico. A esto se suma la falta de coordinación efectiva entre los distintos actores involucrados, desde investigadores hasta entes reguladores.
Esta combinación de factores no solo genera incertidumbre sino que provoca un efecto de fuga hacia otros países con mejores condiciones. Como resultado, en 2023 se registraron mundialmente casi 40 mil nuevos estudios clínicos, pero en Colombia apenas superaron el centenar. Esta disparidad revela un vacío preocupante y erosiona la confianza para atraer patrocinadores internacionales que buscan agilidad y certeza.
¿Qué significa este estancamiento para Colombia? Más allá de los números, implica una oportunidad perdida para consolidarse como epicentro de innovación médica y un riesgo para el desarrollo de tratamientos que podrían beneficiar a sus ciudadanos. La pregunta que queda flotando es si la sociedad y las autoridades serán capaces de desatar este nudo regulatorio y logístico que mantiene al país en pausa, mientras la investigación avanza acelerada en otros horizontes.