📸 Imagen cortesía: Captura de pantalla
¿Adiós desde aguas internacionales?
Este jueves 2 de octubre de 2025, dos activistas colombianas decidieron aceptar la deportación que las expulsará de Israel en las próximas 48 horas.
Manuela Bedoya y Luna Barreto formaban parte de la Flotilla Global Sumud, un convoy de más de 450 personas que, con ayuda humanitaria, pretendía llegar a la Franja de Gaza. Sin embargo, sus barcos fueron interceptados por la Armada israelí en aguas internacionales, un hecho que desató una polémica sobre la legalidad de la detención. A pesar de no haber ingresado voluntariamente al territorio israelí, las activistas se vieron obligadas a admitir el cargo de ingreso ilegal, requisito impuesto por el sistema judicial para acelerar su deportación.
La prisión de Saharonim, en el sur de Israel, ha sido hasta ahora el lugar donde se les ha garantizado la custodia. Allí han recibido visitas de representantes diplomáticos colombianos, que además promueven el respeto al derecho internacional humanitario mientras tramitan su salida.
Este episodio no es un caso aislado: otros activistas internacionales han transitado procesos similares, reflejando la persistente tensión y las restricciones que envuelven la ayuda humanitaria hacia Gaza. En Colombia, la noticia provocó movilizaciones en apoyo a Bedoya y Barreto, expresando rechazo hacia las acciones israelíes y la creciente demanda por el levantamiento de las limitaciones impuestas sobre la región palestina.
La expulsión que comienza a concretarse no solo marca una nueva página en la lucha por el acceso humanitario, sino que deja abiertas preguntas incómodas sobre soberanía, justicia y los límites del control en aguas internacionales. ¿Podrán las voces solidarias encontrar espacio en medio de tanta geopolítica tensa? ¿O será esta deportación solo otro obstáculo que prolonga el vacío humanitario?


