Con mucho respeto, no necesito que nadie me convenza que Gustavo Petro es un drogadicto corrupto, patético, incompetente y peón del dictador Nicolás Maduro: Carlos A. Gimenez, congresista de EE. UU.

📸 Cortesía: X @RepCarlos / Andrea Puentes – Presidencia
«`html¿VIOLENCIA VERBAL O CRISIS DIPLOMÁTICA? EL CONGRESO DE ESTADOS UNIDOS ARREMETE CONTRA PETRO
Un lunes lleno de tensión. El 30 de junio de 2025, en el corazón de la política estadounidense, el congresista Carlos A. Giménez lanzó una andanada de duros epítetos contra el presidente colombiano Gustavo Petro, en un choque que atraviesa fronteras y refleja la fragilidad de las relaciones entre ambos países.

La cadena de eventos que desató esta polémica comenzó con la publicación de una investigación en El País, diario español que divulgó audios comprometedores. En ellos, Álvaro Leyva, exministro de Relaciones Exteriores de Colombia, aparece buscando apoyo de legisladores estadounidenses, incluyendo a Giménez y Mario Díaz-Balart, para presionar en favor de una salida anticipada de Petro antes de las elecciones colombianas de 2026. La gravedad del caso aumenta con menciones a intentos de contacto con el secretario de Estado Marco Rubio y referenciando supuestos vínculos de Leyva con grupos armados ilegales como el ELN y el Clan del Golfo.

En respuesta, Giménez no dudó en usar espacios públicos para descalificar al mandatario colombiano, lanzando palabras que hielan el debate político y trascienden la mera crítica: drogadicto, corrupto, patético, incompetente y peón de Nicolás Maduro fueron algunos de los calificativos que el congresista republicano atribuyó a Petro desde su cuenta oficial en la red X. Mientras tanto, Díaz-Balart negó cualquier conspiración, subrayando que sus reuniones con actores colombianos se han dado en un marco de diálogo democrático y plural.

Este cruce no solo alza la voz de la discordia, sino que también deja en evidencia la compleja relación entre Colombia y ciertos sectores conservadores en Estados Unidos, donde la política exterior se mezcla con intereses partidistas y, aparentemente, con intentos de intervencionismo. La filtración de estos audios plantea preguntas inquietantes sobre las dinámicas internas colombianas y la injerencia externa en sus procesos democráticos.

En un escenario donde la confianza y la institucionalidad se ven erosionadas por filtraciones y descalificaciones, la ciudadanía de ambos países queda en medio de un vacío de certezas. ¿Cómo impactarán estas acusaciones en las elecciones de 2026? ¿Podrá la diplomacia superar esta sacudida o estamos ante un nuevo capítulo de confrontaciones que solo profundizan la polarización? Por ahora, el eco de esta disputa resuena, dejando más preguntas que respuestas en el aire.

 

 

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