📸 Imagen cortesía D.R.A
¿Nuevo rumbo o más incertidumbre?
En la madrugada del viernes 10 de octubre de 2025, Lima fue testigo de un vuelco inesperado: el Congreso peruano decidió destituir a la presidenta Dina Boluarte, declarando su “incapacidad moral permanente” para gobernar. La decisión se produjo en medio de un clima de creciente descontento social y alarmante inseguridad ciudadana, que había erosionado la confianza en el gobierno.
Con una contundente mayoría de 124 votos a favor —de un total de 130—, los legisladores eligieron al mismo tiempo a José Enrique Jerí Oré, presidente del Congreso, para asumir la jefatura del Estado y conducir una administración transitoria hasta las elecciones fijadas para abril de 2026. La rapidez con la que se concretó la vacancia, tras cuatro mociones presentadas contra Boluarte, fue posible gracias a la aplicación acelerada del artículo 89A del reglamento parlamentario, un recurso inédito para muchos. La ausencia de la expresidenta en el hemiciclo, pese a su citación oficial, marcó una imagen de desconexión y distancia. Desde Palacio de Gobierno, ya fuera de la Casa de Pizarro, Boluarte ofreció un breve mensaje en el que reconoció el cambio de mando y lanzó un llamado a la unidad nacional, un intento por limar asperezas en medio del torbellino político.
José Jerí, joven abogado de 38 años y figura de Somos Perú, asumió la presidencia con una promesa clara y urgente: combatir sin tregua el crimen organizado que asola el país. “Debemos declararle la guerra a la delincuencia”, declaró en su primer discurso oficial, subrayando la necesidad de fortalecer la estabilidad institucional y de tender puentes entre poderes del Estado para responder con eficacia a las demandas sociales, especialmente las de una población juvenil que viene reclamando cambios profundos. Su llegada fue sellada con el acto protocolar del recibimiento por parte del Regimiento de Seguridad Presidencial, una escena que simbolizó el relevo formal y el peso de la historia que le toca afrontar.
Este relevo acelerado en el poder abre una pregunta inquietante: ¿logrará este gobierno de transición encontrar en medio de la crisis los acuerdos mínimos para reconstruir la confianza y enfrentar los desafíos persistentes? La sombra del descontento social y el auge del crimen organizado no parecen disiparse con facilidad. La incertidumbre se cierne sobre el corto plazo, mientras Perú comienza a escribir un nuevo capítulo político urgente y necesario para su futuro. ¿Será posible un cambio real o solo otro paréntesis en la compleja historia nacional?