📸 Imagen cortesía Caracol Radio
¿Marchas o pólvora encendida?
Este jueves 9 de octubre en Medellín, el alcalde Federico Gutiérrez lanzó una alerta que resuena entre las calles y los despachos policiales: las marchas pro Palestina convocadas para el siguiente día, viernes 10 de octubre, podrían ser utilizadas como herramienta de violencia política. El mandatario local acusa directamente al Gobierno Nacional de presionar grupos violentos para distraer a la opinión pública de graves escándalos de corrupción.
La advertencia de Gutiérrez no se limita a un simple llamado para evitar desórdenes. En sus redes sociales, afirmó que “los colectivos violentos que maneja el Gobierno Petro” estarían detrás de estas movilizaciones, siendo parte de un plan para “tapar las primeras capturas que involucran a Daniel Quintero y a su hermano” en procesos judiciales por presuntos saqueos en la administración de Medellín. La conexión política se torna evidente: mientras la justicia avanza, el ruido en las calles crece para confundir a la ciudadanía y desviar el foco sobre la “violencia producto de la fallida Paz Total” que, según él, sufre Colombia. Más allá de la coyuntura, Gutiérrez advierte que no se trata solo de una reacción espontánea, sino de un intento calculado desde el Ejecutivo para “incendiar las ciudades gobernadas por la oposición a Petro”.
Este mensaje llega en un contexto crispado. Apenas dos días atrás, durante otra marcha pro Palestina en Medellín, la avenida El Poblado fue escenario de disturbios y enfrentamientos que dejaron una huella de incertidumbre y tensión social. Aquella jornada sirvió como antecedente claro de lo que podría desatarse nuevamente este viernes. El ambiente está cargado; las autoridades y los ciudadanos se preguntan si la protesta legítima encontrará cauces pacíficos o si el fantasma de la violencia volverá a cernirse sobre la ciudad.
En esta tela de fondo, surgen interrogantes inquietantes: ¿quién es realmente responsable de los desórdenes? ¿Hasta qué punto es legítima una advertencia que vincula a un Gobierno con la violencia callejera? Y, sobre todo, ¿qué futuro espera a Medellín, una ciudad situada en la intersección de la protesta social y la turbulencia política? Mientras tanto, el reloj avanza hacia las horas de la marcha, y con ellas, la expectativa y el temor se entrelazan en una ciudad que no olvida el pasado pero busca un presente sin sombras.
