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¡Claro! Aquí tienes el texto reescrito con un enfoque humano, reflexivo y analítico al estilo de Andrea Sierra, manteniendo las preguntas clave del periodismo y aportando una narración con contexto y profundidad:
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**¿Solidaridad con Gaza o un silencioso reclamo de justicia?**
Este lunes 7 de octubre, en ciudades colombianas, se alzarán voces que cruzan océanos y fronteras.
La fecha no es casualidad: marca dos años desde aquel despertar brutal del 7 de octubre de 2023, cuando el grupo Hamas atacó Israel, desatando una cadena de violencia que ha dejado más de 65.000 muertos en la Franja de Gaza, según reportes del Ministerio de Salud gazatí. Pero detrás de las cifras, hay un paisaje de escombros, de desplazados y de heridas abiertas que ningún número puede abarcar.
Diversos colectivos sociales, organizaciones estudiantiles y defensores de derechos humanos en Colombia han respondido al llamado para hacer visible el silencio. Frente de Acción por Palestina, la Comunidad Palestina de Colombia y Fecode, entre otros, convocan a una jornada nacional de manifestaciones. Sus demandas son claras: denunciar lo que denuncian como un genocidio sistemático y exigir el cese de hostilidades que perpetúan el sufrimiento en la región.
Las manifestaciones se despliegan en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga. La capital vestirá de memoria: a las 2:00 p. m., un plantón frente a la Embajada de Estados Unidos introduce la jornada, seguido de una marcha hacia la Plaza de Bolívar. Allí, la protesta se convierte en arte, en cultura, y en una velatón para honrar a las víctimas civiles, esas vidas que quedan reducidas a estadísticas en la cadena infinita de la violencia.
¿Pero por qué esta movilización? La crisis humanitaria en Gaza se ha profundizado: más de 100.000 muertos reportados, miles de heridos, y dos millones de desplazados que no encuentran refugio ni respiro. Es un grito que busca no sólo la atención internacional, sino también el respeto al derecho internacional humanitario, una norma que parece diluirse cuando la política y el poder determinan quién merece ser protegido.
La jornada no será solo protesta. Incorporará expresiones artísticas y culturales que humanizan la tragedia y que, en medio de la indignación, invitan a la reflexión. La velatón, en particular, es un gesto simbólico: luz en medio de la oscuridad, recuerdo en un mundo que tiende a olvidar rápidamente.
En un país acostumbrado a sus propias luchas y silencios, estas marchas son también un llamado a la empatía universal. Una pregunta queda flotando: ¿cuántos más deben caer para que la justicia avance? El eco de estas manifestaciones promete no diluirse en el aire del lunes. Como una promesa, como la lluvia que sigue golpeando, la solidaridad persiste.
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¿Podrá esta jornada conectar consciencias y trasladar la protesta del asfalto a decisiones que detengan el sufrimiento? La incertidumbre permanece, pero mientras la jornada se desarrolle, Colombia también se preguntará qué significa defender la dignidad humana cuando la voz de un pueblo es vulnerada tan lejos de su tierra.
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