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### Temblor en el Occidente, miedo palpable
En la madrugada del jueves 14 de septiembre, el Occidente antioqueño despertó sobresaltado por una cadena de temblores con epicentro en Uramita.
El Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres de Antioquia, Dagran, inició ese mismo día recorridos por la zona rural de Frontino para evaluar daños. Fueron tres sismos sucesivos, el más fuerte de magnitud 5.1, ocurrido a las 2:12 a.m., con una profundidad superficial que amplificó sus efectos sobre el terreno.
Hasta ahora, se cuentan al menos 23 viviendas, escuelas y edificios públicos afectados, con daños materiales en evaluación pero, afortunadamente, sin reportes de víctimas graves. Sin embargo, la preocupación crece en comunidades como el corregimiento Nutibara, donde Dagran detectó grietas en las uniones de bloques en la urbanización Las Brisas, junto al desprendimiento de mampostería en zonas comunes de un edificio de cinco pisos. Estas fisuras obligaron a recomendar evacuaciones temporales mientras expertos verifican la estabilidad estructural.
Los Consejos Municipales de Gestión del Riesgo siguen inspeccionando otras zonas tanto urbanas como rurales de Frontino, mientras que para el viernes está programado que el equipo técnico se traslade a Uramita, epicentro y foco de inquietud para las autoridades y habitantes.
Según el Servicio Geológico Colombiano, el movimiento sísmico comenzó a la 1:50 a.m. con un temblor leve de magnitud 2.5, seguido por otro de similar intensidad minutos después. El fuerte sismo de 5.1 fue calificado con una intensidad 7 en la escala de Mercalli, suficiente para provocar daños moderados como caída de objetos o grietas en estructuras, seguido de otro temblor menor a las 2:47 a.m. Todos tuvieron profundidades inferiores a 30 kilómetros, lo que explica su impacto perceptible.
¿Por qué ahora? El Occidente antioqueño es una región sísmicamente activa, atrapada en una compleja red de fallas geológicas que, en ocasiones, recuerdan la fragilidad de los asentamientos humanos frente a la fuerza de la tierra. Mientras las pérdidas materiales se cuantifican, queda latente la pregunta: ¿estamos realmente preparados para temblores que, aunque sin víctimas, dejan un vacío invisible en la confianza comunitaria?
La jornada del jueves cerró con un balance aún incompleto, pero con la sensación de una llamada urgente a fortalecer la prevención y la respuesta, mientras las fisuras en algunos muros parecen ser un recordatorio visible de que el suelo puede temblar, y la incertidumbre, también. ¿Cómo seguir viviendo en un territorio que se resiste a ser predecible? La respuesta, todavía, queda por escribirse.