De nuevo, derrumbe bloquea la vía Medellín–Quibdó en el kilómetro 10

📸 Imagen cortesía Redes sociales – @RCNMedellin
¿Qué sucede cuando la tierra cede otra vez y aprisiona un camino vital?

Martes 3 de septiembre de 2025. A la altura del kilómetro 10, en el municipio de Carmen de Atrato, Chocó, la vía Medellín–Quibdó vuelve a quedar sepultada bajo un nuevo derrumbe. El estrépito de la tierra moviéndose no solo silenció el tránsito vehicular: nubló esperanzas y agravó el aislamiento en una región que, una vez más, enfrenta la furia de la naturaleza y la fragilidad de su infraestructura.

La Gobernación del Chocó y medios locales reportan que la acumulación de lluvias intensas durante días saturó los suelos y taludes, desencadenando el deslizamiento. La gobernadora Nubia Carolina Córdoba Curi tomó el mando y activó el Puesto de Mando Unificado (PMU) para coordinar la respuesta ante esta emergencia, que por el momento mantiene bloqueada la carretera en ambos sentidos y mantiene en vilo a las comunidades que dependen de esta arteria para su vida diaria.

Testigos en el lugar describieron cómo el flujo de tierra arrastró cuanto encontró a su paso, dejando al menos un vehículo atrapado, y aumentando el temor por posibles personas afectadas — aunque las cifras oficiales aún no confirman víctimas. La Gobernación hizo un llamado urgente para evitar cualquier intento de tránsito mientras persistan las condiciones que provocaron el derrumbe.

Más allá del bloqueo, la tragedia revela una red de problemas económicos y sociales que crecen con cada temporada de lluvias. La interrupción no es solo un inconveniente vial: afecta el abastecimiento de bienes básicos y complica el acceso a servicios médicos y de emergencia, agrandando la brecha de aislamiento y abandono que ha persistido históricamente en esta región.

Así, el derrumbe del 3 de septiembre no es un hecho aislado. Es un recordatorio de la fragilidad de estructuras que sostienen la vida y la movilidad en territorios olvidados, y un llamado —silencioso pero urgente— a comprender que mientras el agua siga golpeando sin un plan integral y efectivo de prevención, el suelo seguirá cediendo, y con él, las esperanzas de quienes habitan la región. ¿Cuánto tiempo más podrá mantener el pulso una vía que, más que asfalto, sostiene la vida misma?

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