📸 Kilmar Ábrego García / Cortesía: redes sociales
Kilmar Ábrego García: del error a la acusación en Estados Unidos
Un 12 de marzo que debería haberse olvidado, quedó marcado para Kilmar Ábrego García como el día en que fue deportado erróneamente de Estados Unidos a su país natal, El Salvador. Este joven de 29 años, que residía en Maryland bajo una orden judicial que le protegía de esa expulsión, fue enviado a un destino que le pondría en medio de una tormenta diplomática y judicial.
La historia se remonta a esa orden judicial de 2019 que impidió su deportación, fundamentada en el riesgo real que enfrentaba por pandillas salvadoreñas. Sin embargo, las autoridades estadounidenses fallaron, y Ábrego terminó recluido en prisión para pandilleros en El Salvador. Este error detonó una confrontación entre Washington y San Salvador, que solo quedó resuelta tras una batalla en la Corte Suprema de Estados Unidos y una negociación política que, finalmente, devolvió a Ábrego a territorio estadounidense.
Pero ¿por qué Estados Unidos cometió tal error? La fiscalía federal, representada por la fiscal general Pam Bondi, sostiene que Ábrego García está vinculado a la pandilla MS-13 y es un presunto traficante de migrantes indocumentados. Los cargos federales presentados en Tennessee acusan a Ábrego de liderar durante años una red que transportaba a migrantes desde Texas hacia el interior del país. De acuerdo con la acusación, habría realizado más de cien viajes, transportando incluso a menores y otros miembros de la MS-13.
Este capítulo no es solo judicial, también es un reflejo de la complejidad política entre ambas naciones. La repatriación de Ábrego no fue un acto unilateral: requirió un intenso diálogo diplomático entre la administración Trump y el gobierno de Nayib Bukele, que tras una solicitud formal aceptó recibirlo.
Al aterrizar de nuevo en suelo estadounidense, el destino de Kilmar Ábrego cambió radicalmente. Fue detenido inmediatamente para enfrentar los cargos que ahora pesan sobre él en tribunales federales.
Este caso arroja luz sobre dudas mayores: ¿Cómo un sistema judicial pudo ignorar una orden de protección? ¿Hasta qué punto las disputas políticas influyen en la vida de las personas señaladas? Y mientras tanto, la incertidumbre persiste, en medio de una lucha que pone en jaque la confianza entre ambos gobiernos y deja entrever la fragilidad del proceso migratorio y judicial.
¿Logrará la justicia desenmarañar la red y al mismo tiempo asegurar que no haya más deportaciones erróneas? Por ahora, el caso de Ábrego García sigue siendo un enigma en las relaciones bilaterales y, sobre todo, un episodio que golpea a quien está en el centro de la tormenta.