📸 Imagen cortesía EFE
¿Sueño a un paso del cielo?
Este sábado 18 de octubre de 2025, el Deportivo Cali Femenino escribía una página inédita al disputar por primera vez la final de la Copa Libertadores femenina. Aunque el desenlace terminó en lágrimas, la historia que construyeron permanece imborrable.
En una cancha aún sin revelar oficialmente, pero familiar en el circuito de la Conmebol, se enfrentaron dos mundos: la solidez colombiana frente a la potencia brasileña. Dirigidas por Jhon Alber Ortiz Arce, las caleñas resistieron el empuje del Corinthians, que aspiraba a su cuarto título consecutivo y a convertirse en el primer tricampeón del torneo. Noventa minutos transcurrieron sin goles, con ambos equipos midiendo fuerzas en un duelo táctico y emocional.
La definición desde el punto penal, un escenario donde el nervio es ley, fue cruel y decisiva. El fallo de Kelly Ibargüen dejó la puerta abierta para que las brasileñas, impasibles, convirtieran los cinco remates y alzaran la copa. Corinthians se coronó con un premio histórico de 2 millones de dólares, mientras que Deportivo Cali recibió 600.000, la suma más alta otorgada a un subcampeón en la historia del certamen.
Más allá del resultado, esta final representa un hito para el fútbol femenino colombiano. Solo el Atlético Huila había tocado la gloria continental en 2018. Ahora, Deportivo Cali no solo llega a la élite, sino que se consolida como el sexto equipo colombiano en alcanzar semejante altura. El subcampeonato es un espejo donde se reflejan el esfuerzo, la movilidad social del deporte y las esperanzas de miles de mujeres que buscan un lugar en la cancha y en la historia.
¿Podrá este impulso transformar definitivamente la escena nacional y dar alas a futuros triunfos? Mientras la copa vuelve a Brasil, en Colombia se enciende una llama de ilusión y reclamo: más apoyo, más visibilidad y, sobre todo, más justicia para el fútbol femenino. Porque cada penal errado duele, pero cada avance queda para siempre.
