¿Dónde está el Estado?
90.000 personas atrapadas en el abandono del Catatumbo
El silencio retumba en el Catatumbo, donde cerca de 90.000 personas sufren una crisis humanitaria que parece dilatarse sin respuesta. Desde la frontera entre Colombia y Venezuela, una región ancestral y compleja, llegan cifras que golpean la conciencia: más de 52.000 personas desplazadas forzosamente, otras 27.000 con movilidad restringida y 8.600 confinadas en un territorio asediado por la violencia. Todo esto ocurre en plena madrugada de 2025, mientras el conflicto entre el ELN y disidencias de las FARC consume la tranquilidad y pone en evidencia un vacío institucional que parece indefendible.
Desde el 16 de enero de 2025, los enfrentamientos violentos han provocado el mayor éxodo masivo registrado en Colombia en las últimas tres décadas. Ciudades como Ocaña, Cúcuta, Tibú y Hacarí se han convertido en refugio obligado para quienes huyen con lo poco que quedan. Sin embargo, la llegada masiva ha desbordado la capacidad institucional y humanitaria local. Entre los desplazados figuran más de 47.000 niñas, niños y adolescentes, sin acceso garantizado a la educación, además de 4.600 refugiados y migrantes venezolanos que añaden complejidad a un panorama ya dramático.
Este cuadro se agrava por el control territorial que ejercen los grupos armados ilegales, que han logrado un dominio absoluto, limitando el acceso a la ayuda necesaria. La emergencia humanitaria se agrava cuando el personal humanitario encuentra obstáculos y amenazas que impiden brindar asistencia efectiva. “Colombia cuenta con un marco legal sólido para responder a estas situaciones, pero la magnitud de los desplazamientos y confinamientos ha superado las capacidades de todos los actores humanitarios”, advierte Mireille Girard, representante de ACNUR en el país.
La pregunta que resuena es inevitable: ¿Dónde está el Estado cuando la violencia desborda los territorios y deja comunidades enteras atrapadas? La respuesta parece dilatarse al igual que el tiempo de espera de quienes no pueden huir, privados de movilidad y de seguridad. En esa ausencia, crece la incertidumbre, la incertidumbre que no solo desgasta los cuerpos sino también las esperanzas. La crisis del Catatumbo no es solo un dato más en las estadísticas. Es un llamado urgente a que las instituciones no repitan un silencio que en este caso, podría costar vidas. ¿Podrá la presencia estatal reconstruir algún día la paz y la dignidad en esta frontera olvidada?