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Jóvenes en la mira: un episodio de violencia política que sacude a Girardot
Una noche que no olvida Girardot.
Este domingo 9 de noviembre de 2025, en el tranquilo barrio San Antonio de esta ciudad de Cundinamarca, dos jóvenes militantes del Centro Democrático sufrieron un ataque que los dejó al borde de la vida. Edward Andrés Garrido Ramos, líder juvenil del partido, y su primo Jeison Stiven Ramos fueron blanco de una agresión armada que trastocó la calma local y reabrió viejas heridas de un país que lucha contra la violencia política.
Eran cerca de las 9:00 p.m. cuando ambos conversaban en plena vía pública, momento en que dos hombres en motocicleta se acercaron sin previo aviso y abrieron fuego con rapidez letal. No hubo amenazas, solo disparos que dejaron a Edward y Jeison gravemente heridos. Con urgencia, fueron trasladados a una Unidad de Cuidados Intensivos. A la hora del cierre de esta edición, el martes 11 de noviembre, su estado sigue siendo crítico, mientras médicos se mantienen en reserva sobre su evolución.
Este ataque no es un hecho aislado en el tiempo ni en el espacio. La creciente hostilidad hacia líderes políticos juveniles, y especialmente hacia la oposición uribista, se ha sentido en varias regiones del país. El Centro Democrático respondió con un comunicado en el que expresó rechazo absoluto: “Rechazamos de manera contundente el atentado contra nuestro líder juvenil Edward Andrés Garrido Ramos. Exigimos que se detengan esas balas verbales que terminan convirtiéndose en balas letales”. La colectividad advierte un ambiente corrosivo que erosiona la seguridad de quienes defienden un pensamiento distinto.
La reacción institucional y de la comunidad política ha sido inmediata, con voces que convocan a frenar esta escalada de violencia y a proteger la integridad de los jóvenes. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿cómo se llegó a un escenario donde la confrontación dialógica se desvanece en la sombra de los disparos? Las incógnitas sobre quiénes y por qué motivos exactos perpetraron este ataque aún abren heridas que el proceso judicial apenas comienza a explorar. Mientras tanto, las familias, la militancia y la sociedad colombiana esperan que no sea otra noche sin justicia ni respuestas claras.
En Girardot, a partir de ese 9 de noviembre, dos vidas cuelgan entre la esperanza y la incertidumbre. Pero el dolor permanece, como la lluvia, recordándonos que la paz y la democracia se construyen en el respeto y la protección del otro, no en la amenaza ni la bala. ¿Habrá un desenlace que corte esta cadena de violencia o continuaremos siendo espectadores de la tragedia sin remedio?


