
En un país de unos 40 millones de habitantes, se calcula que 3,5 millones de personas son adictas, esto según la Oficina Internacional de Estupefacientes y Fuerzas de Seguridad.
Actualmente, el gobierno talibán promueve campañas para trabajar en la rehabilitación de las personas que se mueven por las principales ciudades de Afganistán; dentro de los métodos de rehabilitación está llevar a las personas con problemas de adicción a una base militar estadounidense abandonada, la cual fue convertida en un centro de rehabilitación improvisado.
Así se llevó a cabo en las calles de Kabul, cuando el Talibán emprendió un operativo para sacar a los drogadictos de las calles y en las que recogieron a cientos de consumidores de heroína que estaban reunidos en condiciones deplorables bajo el puente de Pul-e-Sukhta, un lugar donde es frecuente ver a las personas en cuclillas, encorvados y rodeados de basura, jeringuillas, heces e incluso, cadáveres de personas que han muerto por sobredosis.

La mayoría de los hombres que vivían en este lugar estaban en el olvido, independientemente de las políticas del gobierno anterior cuando se planeaba reunir a los adictos e internarlos en centros. Sin embargo, cuando los talibanes retomaron el control del país, lanzaron una campaña más dura para sacarlos de las calles.
Algunos activistas y expertos en salud mental han manifestado su preocupación por el enfoque punitivo del Talibán hacia la adicción y han insistido al grupo en adoptar un enfoque más humano y centrado en la salud pública para abordar el problema. Al momento el hospital de rehabilitación tiene 1.000 camas y 3.000 pacientes.
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