
La clave para implementar una nueva era en la atención médica a corto plazo no solo radica en la adaptación de los sistemas de salud, sino también en los financieros.
Estamos en 2025 y una mujer con diabetes en una zona rural con escasez de trabajadores sanitarios necesita controlar su enfermedad. ¿A quién puede acudir? A su teléfono inteligente. En solo dos años, la atención médica, junto con otros servicios, podría tener una apariencia muy diferente a la actual. Tecnologías como la inteligencia artificial e internet podrían permitir que esta mujer reciba atención médica con solo presionar unos botones. Un parche podría utilizar su sudor para medir sus niveles de glucosa en sangre. Un microchip en su teléfono enviaría esos datos a su registro de salud electrónico en la nube y luego podría hacer un pedido de insulina que un dron entregaría en su puerta, o podría solicitar a la farmacia local que imprima en 3D píldoras de metformina y verificar su identidad a través de un mensaje de texto.
También podría usar su teléfono inteligente para detectar la retinopatía diabética, que si no se trata, puede dañar los ojos y causar ceguera. Al igual que si se tomara una selfie, el teléfono podría obtener una imagen de la retina y un algoritmo de inteligencia artificial la analizaría. Si encontrara algo anormal, programará una cita con el médico. Incluso podría pedir un taxi que la llevara y redujera el costo del transporte de su monedero móvil. Antes de que la mujer llegara al consultorio, el médico podría probar la terapia láser en su gemela digital para evaluar el mejor tratamiento.
Para hacer realidad el potencial de esta transformación digital, es necesario buscar fuera del sector sanitario, específicamente en los sistemas de pagos digitales que, debido a su amplia adopción, podrían presagiar una nueva era para la atención médica. Rediseñar los sistemas de salud para integrar datos y tecnologías digitales ya no es simplemente un trabajo para los ministerios gubernamentales.