EE. UU. enfrenta su peor brote de sarampión en más de 30 años

📸 Cortesía: Getty Images
¿Vacuna o riesgo?

El sarampión regresa con fuerza.

Este lunes 7 de julio de 2025, Estados Unidos suma su mayor brote de sarampión en más de treinta años. El balance oficial arroja 1.277 casos confirmados y tres muertes desde enero, un repunte alarmante que obliga a mirar más allá de las cifras.

La mayoría de las infecciones se concentran en el suroeste: Texas, con más de 750 casos, destaca como epicentro especialmente en el condado de Gaines, donde una comunidad menonita con baja cobertura vacunal ha visto nacer este brote. Pero no es el único. Más de una docena de estados, desde California y Florida hasta Nueva York y Illinois, reportan brotes vinculados, evidenciando una propagación que ya no entiende de fronteras internas.

¿Por qué ahora? La respuesta apunta a la combinación inquietante de bajas tasas de vacunación y el aumento de la movilidad social. Las vacunas MMR, que protegen contra sarampión, paperas y rubéola, son rechazadas por determinados sectores o sus coberturas son incompletas. De hecho, un 96% de los afectados no estaba vacunado o su estado es desconocido, mientras apenas el 3% había recibido alguna dosis. La circulación del virus se ha dado precisamente en espacios de encuentro, como vacaciones y campamentos, destacando la vulnerabilidad en niños y jóvenes: el 68% de los casos son menores de 19 años, y un 13% ha necesitado hospitalización, con los menores de cinco años como el grupo más grave.

El sarampión no es una enfermedad menor. A pesar de que en décadas pasadas parecía erradicado, sigue siendo una amenaza que puede dejar secuelas devastadoras: neumonía, encefalitis, incluso la muerte. La alerta de los CDC y la OPS suena urgente: la baja vacunación erosiona la inmunidad colectiva, dejando un vacío peligroso que el virus aprovecha para expandirse.

Mientras tanto, las autoridades sanitarias intensifican campañas y buscan razones para entender esta ola en un país con acceso extendido a las vacunas. ¿Cómo detener una epidemia cuando la confianza en la prevención está erosionada y la movilidad social es imparable? La pregunta queda abierta, pero el mensaje es claro: la inmunización es la frontera entre la salud pública y el retorno a épocas oscuras.

En esta encrucijada, la ciudadanía observa, preocupada, que la historia no se repita, y que el sarampión no sea más que una cicatriz superada, no una tormenta renovada. ¿Podrá Estados Unidos contener el brote sin más pérdidas ni sombras? El tiempo apremia.

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