📸 Cortesía: archivo Semana
Catatumbo, entre la guerra y el olvidoLa violencia que atraviesa el Catatumbo, esa zona agreste y olvidada al noreste de Colombia, justo en la frontera con Venezuela, no da tregua. Este 2025, la región sigue siendo un tablero de confrontaciones entre grupos armados que no conocen otra ley que la del fusil y el miedo. Desde el 16 de enero, el conflicto se ha recrudecido con enfrentamientos directos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias del Frente 33 de las FARC, que pelean sin cuartel el dominio de rutas de narcotráfico y áreas ricas en recursos naturales. El saldo es desolador: más de 67.800 desplazados, al menos 135 asesinatos en apenas cinco meses y comunidades enteras confinadas, atrapadas en un círculo de violencia y abandono que parece no tener fin. El ELN y el Frente 33 no actúan solos. A la sombra, otros grupos ilegales y redes de narcotraficantes pugnan por el control de cultivos ilícitos y corredores ilegales. La población civil —comunidades campesinas, indígenas y firmantes de paz— es la que carga el peso más grave, su vida cotidiana devastada por la amenaza constante y las agresiones directas. Municipios como Tibú, El Tarra, Hacarí, Convención, Teorama y Sardinata concentran esta violencia, un mapa donde la batalla por el poder local se traduce en profundas heridas sociales y humanitarias. Organizaciones de derechos humanos y la Defensoría del Pueblo alertan sobre una crisis que no solo es territorial, sino también de derechos, donde el Derecho Internacional Humanitario se vulnera sistemáticamente. ¿Por qué continúa este desastre? La respuesta no es simple. La disputa por el control del narcotráfico y los recursos naturales —alimentada por la debilidad institucional y por décadas de olvido estatal— mantiene a Catatumbo como un escenario vivo de guerra interna. Y aunque las voces internacionales piden soluciones, las balas siguen dictando el destino de miles. Mientras tanto, en medio del abandono oficial, la ciudadanía se pregunta si alguna vez podrá superar el confinamiento y el miedo, y si la palabra y la justicia lograrán imponerse donde hoy solo reina la pólvora y la tristeza profunda. ¿Será posible sanar una herida tan vieja y tan profunda?