El Salvador impondrá normas estrictas en escuelas a partir del 1 de septiembre: uniforme limpio, cabello corto y saludos obligatorios

📸 Cortesía: Salvador Melendez / Associated Press
¿Disciplina o control? Las escuelas de El Salvador al filo del nuevo reglamento

Un saludo que pesa

Este lunes, 1 de septiembre de 2025, marcará un antes y un después en las 5.100 escuelas públicas que salpican El Salvador. El Ministerio de Educación, bajo el impulso firme de la ministra Karla Trigueros, capitana del ejército, estrena un reglamento disciplinario que busca “restaurar el orden”, según palabras del presidente Nayib Bukele. Pero más allá de una simple norma, esta iniciativa promete alterar la cotidianidad de miles de estudiantes, imponiendo uniformes limpios, cortes de cabello “adecuados”, higiene estricta y —a menudo subestimado, pero aquí mandatorio— un saludo respetuoso al entrar al aula.

Las directrices no se quedan en el saludo. Cada mañana, los directores escolares verificarán que sus alumnos cumplan con estas normas. El incumplimiento, lejos de ser una simple falta, podrá conllevar advertencias formales, trabajos comunitarios o incluso la devastadora posibilidad de repetir el año escolar, si el “incidente” se vuelve reiterativo. La implementación incluye un sistema de deméritos: llegarán al registro los actos cotidianos de descortesía —como no decir “por favor” o “gracias”— y al sumar 15 puntos negativos en el año, el estudiante quedará atado a su grado.

Esta medida encuentra sus raíces en la ofensiva gubernamental contra la delincuencia de 2022, cuando Bukele lamentaba que las escuelas eran “terribles centros de reclutamiento para pandilleros”. Ahora, con esta nueva reglamentación, se aspira a revertir ese vacío, pero el planteamiento genera dudas: ¿es la disciplina el remedio o el comienzo de un control estricto que recae sobre el cuerpo y la expresión de los jóvenes?

Además de las inspecciones matutinas, el reglamento exige actos cívicos obligatorios todos los lunes: el himno nacional, una oración a la bandera y ponencias estudiantiles. Para facilitar el cumplimiento, cada escuela recibirá $300 mensuales para insumos, un intento de avalar el cambio que no logró silenciar las críticas en redes y en ciertos sectores educativos. Docentes y directores son el brazo ejecutor de esta política que, si no se aplica, conllevará sanciones administrativas para ellos.

¿Transformación o rigidez? La ciudadanía observa con cautela cómo este cambio condicionará no solo la imagen externa de la escuela —su uniforme y apariencia— sino la íntima relación entre los estudiantes, docentes y la autoridad. Así, mientras El Salvador camina hacia una educación más controlada y disciplinada, la pregunta persiste: ¿quién gana y quién pierde en esta batalla por la “ordenada” formación de futuras generaciones?

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