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¿El río Sucio se llevó una infancia?
Este jueves 9 de octubre, en Dabeiba, Antioquia, se selló una tragedia que había comenzado dos días antes, cuando un niño de apenas 9 años, Uriel García Jumi, desapareció ahogado tras caer al río Sucio.
El accidente ocurrió el martes 7 de octubre, sobre una garrucha privada, a más de 40 metros de altura. Uriel intentaba cruzar el afluente, junto a su hermano de 13 y su madre, habitantes de la comunidad indígena Jaikerasavi de Mutatá. Estaban en la vereda Alto Bonito, en el Cañón de la Llorona, aprovechando la semana de receso escolar. Sin embargo, ese viaje de rutina se tornó fatal cuando el menor perdió el equilibrio y fue arrastrado por la corriente implacable del río.
Lo que siguió fue una angustiosa búsqueda. El hermano mayor dio aviso inmediato, impulsando la movilización del Cuerpo de Bomberos de Dabeiba, vecinos solidarios y equipos tecnológicos suministrados por la Gobernación de Antioquia y el DAGRAN. Drones y cámaras térmicas sobrevolaron el escarpado terreno montañoso, marcado por recientes lluvias y un caudal crecido, que complicaban cada avance.
Después de días de vigilancia constante y esfuerzo conjunto, el cuerpo del niño fue hallado aguas abajo, en un lugar oscuro y casi inaccesible. La comunidad, rota por el dolor, enfrenta ahora el vacío que deja esta pequeña vida apagada, mientras se interroga sobre la seguridad precaria de los medios tradicionales que muchas veces exponen a riesgo a quienes solo buscan trasladarse en su realidad rural.
¿Podrá alguna vez el río devolver lo que se llevó, o solo quedará la memoria de un viaje que nunca debió terminar?
