📸 Imagen cortesía: Cuenta de X John Thomas McNamara
¿Compromiso o solemnidad protocolaria?
Este miércoles 13 de agosto de 2025, entre el silencio solemne de la Catedral Primada de Bogotá, Estados Unidos reafirmó su compromiso con Colombia. Fue durante las exequias del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, víctima de un atentado el pasado 7 de junio que culminó con su muerte el 11 de agosto, tras más de dos meses en estado crítico.
El evento tuvo lugar al mediodía en la emblemática catedral de la capital colombiana. La delegación estadounidense, encabezada por el subsecretario de Estado Christopher Landau, estuvo acompañada del embajador John McNamara y un grupo bipartidista de congresistas. Su presencia expresa, en palabras del Departamento de Estado, el reconocimiento al “liderazgo, coraje y compromiso” de Uribe, cuya trayectoria política se ha vinculado estrechamente al progreso democrático del país.
El funeral, que inició en el Congreso de la República, reunió a voces diversas: la vicepresidenta Francia Márquez, familiares del senador, figuras políticas de diferentes corrientes e integrantes del cuerpo diplomático. Sin embargo, la ausencia personal del presidente Gustavo Petro, quien optó por expresar su condena a la violencia desde la distancia, dejó un vacío palpable. Su llamado a privilegiar la justicia sobre la venganza recordó la tensión que atraviesa la sociedad colombiana ante hechos de esta gravedad.
Desde Bogotá, Landau interpretó la asistencia estadounidense como “una clara muestra de solidaridad con el pueblo colombiano”, en un momento marcado por el dolor y la incertidumbre. Para otros, como el legislador Bernie Moreno, nacido en Colombia, la ceremonia no solo es un acto protocolario sino una considerable señal política. ¿Hasta qué punto este homenaje trasciende la diplomacia para convertirse en un compromiso efectivo contra la violencia política que sigue marcando el país?
El asesinato de Miguel Uribe Turbay no solo abre una herida profunda en la escena política nacional, sino que también provoca preguntas sobre la capacidad del Estado para garantizar la seguridad de sus líderes y la integridad democrática. El eco de esta tragedia resuena en los pasillos de la catedral y más allá, donde la ciudadanía observa con creciente ansiedad si estos gestos se traducirán en acciones concretas.
En este duelo colectivo, la memoria del senador se mezcla con la reflexión amorfa de un país que busca respuestas entre la justicia y la venganza. Y mientras las luces del protocolo internacional se apagan, la incertidumbre permanece como una nube gris sobre el futuro político colombiano. ¿Podrá la solidaridad expresada convertirse en un verdadero impulso para esclarecer el crimen y proteger la democracia? Esta es, quizás, la pregunta que todo ese día resonó, en susurros y silencios, bajo la bóveda de la Catedral Primada.