📸 Imagen cortesía D.R.A
[El último disparo por la democracia]
La madrugada del 11 de agosto de 2025 borró una vida joven y un eco político que aún retumba en Bogotá.
Miguel Uribe Turbay, senador y precandidato presidencial de apenas 39 años, sucumbió a las complicaciones de las heridas que sufrió hace dos meses, cuando la violencia irrumpió en un parque del barrio Modelia, al occidente de la capital colombiana. Fue un atentado que no solo le arrebató la vida, sino que sacudió los cimientos de una democracia ya agrietada.
El 7 de junio, mientras participaba en un mitin político en El Golfito, un disparo perforó la calma precaria. El ataque, captado en video, provocó un intercambio de balas entre sus escoltas y el agresor. Lo que siguió fue una batalla contra el tiempo: múltiples cirugías y más de sesenta días en cuidados intensivos hasta que, en la Clínica Fundación Santa Fe a la 1:56 a.m., se decretó su adiós final.
El drama no quedó solo en Colombia. Desde Europa, el eurodiputado Leoluca Orlando alzó la voz en X, la otrora Twitter, condenando el crimen y reclamando la intervención urgente de la presidenta del Parlamento Europeo y la Comisión Europea. Su pedido no es menor: exigió que la comunidad internacional detenga el “ciclo de violencia” que amenaza con devorar la estabilidad y la democracia colombianas. Orlando señaló además la “complicidad de políticos corruptos” como un cáncer que corroe la seguridad nacional.
La trágica muerte de Uribe Turbay no llega en aislamiento, sino como parte de una cadena donde la violencia y la política se enredan fatalmente. ¿Podrá el clamor europeo desencadenar acciones concretas? ¿O seguirá Colombia atrapada en un vértigo donde la esperanza y el miedo confluyen en la incertidumbre?
Mientras tanto, la ciudad sigue sin respuestas plenas, y una democracia intenta respirar entre sombras y heridas abiertas.
