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¿Demencia en las sombras?
El tiempo no espera a nadie, pero en el caso de la demencia, parece dilatarse para quienes luchan por un diagnóstico.
En julio de 2025, una investigación liderada por la University College London y publicada en el International Journal of Geriatric Psychiatry puso en evidencia una realidad alarmante: el diagnóstico de la demencia suele retrasarse en promedio 3,5 años desde la aparición de los primeros síntomas. Este retraso limita gravemente las oportunidades de intervención y tratamiento oportunos, con un impacto aún más profundo en los casos de inicio temprano, donde la demora alcanza hasta 4,1 años.
El estudio, que analizó datos de trece investigaciones realizadas mayormente en países de altos ingresos, señala que uno de los principales culpables de esta demora es la confusión entre los primeros síntomas de la enfermedad —como pérdida de memoria, desorientación y cambios de personalidad— y el envejecimiento natural. Esta confusión, extendida tanto entre la población general como entre el personal sanitario, origina un vacío que dificulta la detección temprana. “Entre el 30 y el 50 % de las personas con demencia nunca llegan a recibir un diagnóstico formal, especialmente cuando los síntomas son leves”, advierte la neuróloga Sonia Sánchez del Valle, en declaraciones difundidas por la Sociedad Española de Neurología.

A este retraso se suman factores menos visibles pero igualmente decisivos: la edad joven al comienzo de los síntomas, el tipo específico de demencia —como la frontotemporal—, y la pertenencia a minorías étnicas, entre ellas poblaciones negras o migrantes, quienes enfrentan barreras adicionales. La ausencia de herramientas diagnósticas inclusivas y el acceso restringido a especialistas profundizan estas desigualdades. Más aún, existen obstáculos estructurales, como la falta de rutas claras en los sistemas de salud para derivar a los pacientes y la insuficiente capacitación de los profesionales de atención primaria para identificar las señales tempranas de la enfermedad.
Ante este panorama, los expertos plantean un reto mayúsculo: fortalecer las estrategias de detección precoz y ampliar la formación del personal médico, especialmente en atención primaria, para no dejar al tiempo seguir robando oportunidades. La demora no es solo un número; es la distancia que separa a miles de personas de un cuidado digno y a tiempo. ¿Podremos acortar esta brecha antes de que el silencio crezca demasiado?