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¿Adiós prematuro a un sueño presidencial?
Este lunes 11 de agosto, a la 1:56 a. m. hora colombiana, Bogotá despertó con el silencio irreparable que deja la muerte de Miguel Uribe Turbay. El senador y precandidato presidencial, de tan solo 39 años, perdió la batalla tras más de dos meses de cuidados intensivos, arrastrando las graves heridas sufridas en un atentado que sacudió un mitin político el pasado 7 de junio en el barrio Modelia, al occidente de la capital.
El parte oficial de la Fundación Santa Fe, testigo de su lucha constante, reveló que Uribe Turbay atravesó un curso clínico complejo, marcado por múltiples cirugías y un prolongado manejo intensivo. Fue en estas últimas 48 horas que su cuadro se agravó con una hemorragia intracerebral aguda y un edema cerebral persistente, circunstancias que forzaron nuevas intervenciones neuroquirúrgicas y la imposición de una sedación profunda y bloqueo neuromuscular. A pesar de los esfuerzos, el desenlace fatal llegó ese lunes temprano en la madrugada.
La confirmación de esta tragedia vino de los labios del director médico Adolfo Llinás y del director general Henry Gallardo, representantes de la Fundación Santa Fe, quienes agradecieron el apoyo recibido por la familia y la comunidad durante más de dos meses. La noticia, compartida también por María Claudia Tarazona, esposa del senador, resonó en medios internacionales como El País y DW, dejando una estela de conmoción.
Aquella tarde del 7 de junio, en un acto de campaña en la carrera 82 con calle 22, Modelia, la promesa política fue brutalmente interrumpida por los disparos que impactaron su cuerpo y cabeza. Un ataque cuyos motivos y autores permanecen, hasta ahora, envueltos en la incertidumbre, y que abrió preguntas sobre la seguridad de los líderes en tiempos de polarización creciente.
Este capítulo doloroso invita a reflexionar: ¿cómo proteger a quienes se exponen por el futuro común? ¿Será posible que la violencia deje de ser el actor principal en la arena política? Mientras tanto, la sombra del atentado y sus consecuencias se ciernen sobre Colombia, dejando un amargo vacío en la vida pública y en quienes soñaban con un cambio a través de este joven senador.
