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¿La estafa que siguió rodando ilusiones?
En la tranquila cotidianidad del norte de Bogotá, entre 2019 y 2024, se escondió una trama que terminó golpeando a más de 200 familias colombianas. Una red criminal montada sobre la habilidad de vender sueños sobre ruedas, pero que, en realidad, se llevó más de 7.700 millones de pesos de esperanzas y ahorros.
La Fiscalía General de la Nación desmanteló a siete implicados que operaban bajo la fachada de un concesionario falso. Este concesionario no era más que una vitrina engañosa para quienes buscaban vender sus vehículos usados con la promesa de una transacción transparente. Sin embargo, el modus operandi estaba perfectamente diseñado: la captura de clientes se realizaba a través de redes sociales y anuncios digitales donde se ofrecía una atención personalizada, con la condición de un pago adicional de un millón de pesos por trámites administrativos que, a la postre, eran inexistentes. Tras dejar sus carros y firmar contratos, los propietarios solo encontraban el vacío: ni los vehículos ni el dinero aparecían, mientras los estafadores se evaporaban en el aire.
Esta estafa, aunque localizada principalmente en Bogotá, refleja un mal que amenaza a otras ciudades como Cartagena y Cali, donde investigaciones preliminares buscan desenredar posibles redes similares. En Cartagena, por ejemplo, la administración de Multicentro La Plazuela confirmó que activó a las autoridades en cuanto se recibió la denuncia de afectados, mostrando la creciente preocupación y la dimensión del problema.
El engaño sustentado en documentos falsos y contratos fraudulentos no solo arruinó finanzas, sino que erosionó la confianza colectiva en un sistema que, por su complejidad, puede ser presa fácil para el fraude. Frente a esto, la pregunta que queda flotando es inevitable: ¿qué mecanismos reales y efectivos desplegarán las autoridades para que estas historias de pérdida y vacío no se repitan? El reloj sigue corriendo, y la justicia, aún entre sombras, deberá acelerar su paso.